Tinto de verano | GENTE

Los Mostrencos

Aquí está Evelio. Las cosas han cambiado mucho de un año para otro. Para empezar, cuando Evelio era un simple paleta, nunca estuvo sentado en el sofá de nuestro salón como está ahora; en aquellos gloriosos tiempos, Evelio sólo se sentaba en el mítico poyete para fumarse un pitillo y hablar por el móvil a gritos, o en el wáter para hablar por el móvil a gritos y para fumarse un pitillo, a juzgar por la conjunción de olores que dejaba tras su paso. Pero Evelio, sabiéndose otro hombre con otra categoría, ha atravesado esta mañana la puerta del salón, ha tomado asiento y ha dicho que sí, que querí...

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Aquí está Evelio. Las cosas han cambiado mucho de un año para otro. Para empezar, cuando Evelio era un simple paleta, nunca estuvo sentado en el sofá de nuestro salón como está ahora; en aquellos gloriosos tiempos, Evelio sólo se sentaba en el mítico poyete para fumarse un pitillo y hablar por el móvil a gritos, o en el wáter para hablar por el móvil a gritos y para fumarse un pitillo, a juzgar por la conjunción de olores que dejaba tras su paso. Pero Evelio, sabiéndose otro hombre con otra categoría, ha atravesado esta mañana la puerta del salón, ha tomado asiento y ha dicho que sí, que quería una cerveza, y luego se nos ha quedado mirando con esa pena mal disimulada que siente el hombre emprendedor hacia aquellos inútiles que viven del cuento como nosotros. Y como nosotros, en el fondo, pensamos lo mismo que Evelio, que somos unos inútiles y también nos parece prodigioso ganarnos la vida engañando a tanta gente, nos sentamos delante de él como un poco avergonzados, como niños pillados en falta. Sin embargo, a Evelio no le da ninguna vergüenza no habernos terminado la famosa zanja y haberse largado con el dinero que le pagamos, porque Evelio siempre encontrará alguna razón en nuestra contra: que vino y no estábamos, que es mejor dejar la zanja abierta para que el mortero respire, yo qué sé; en realidad, nunca entendemos nada de lo que dice. Evelio se ha dejado bigote y se ha echado el pelo para atrás. Jura que se va a afeitar el bigote en cuanto llegue a casa, porque le dicen que le da un aire a Julián Muñoz y eso a Evelio le sienta como una patada en el culo. Evelio es de Gil hasta la tumba. Pongamos las cosas claras, dice Evelio mirando a mi santo, ¿usted le pondría los tochos a su señora con la Pantoja y dejaría a su señora y se iría con dicha Pantoja al Rocío a magrearse públicamente?; a lo que mi santo responde como asustado, no, yo a la Virgen del Rocío nunca; ni yo tampoco, responde Evelio, a las señoras se las tiene en un altar, y si uno tiene la necesidad de explayarse, uno se marca algún tirito por ahí fuera y en paz, ¿o no?, pregunta Evelio a mi santo; pues..., dice mi santo mirándonos, ahora a Evelio, ahora a mí, como sin saber a qué carta quedarse; así es, dice Evelio, y no es que lo diga yo, lo han dicho unos antropófagos de la Universidad esa donde hay tantos antropófagos...; la de Massachusetts, dice mi santo; eso, pues dicen estos antropófagos que eso de que los hombres echen un tirito de vez en cuando es cosa de genética pura, que viene de la época de los cazadores y no lo podemos evitar porque es superior a nuestras fuerzas, dice Evelio mirándome las lolas. Luego se hace un espeso silencio. ¿Y lo de la literatura, qué?, le pregunta Evelio a mi santo; a ver si le va un poquillo mejor y quita usted de trabajar a su señora y le compra un chalé en Los Mostrencos, que es el nombre de la urbanización que estoy haciendo, el nombre se lo puso mi señora por lo hermosos que son los chalés.

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Evelio mira su pedazo de reloj ostentóreo y dice: "¡Me voy, que el que ha sido paleta sabe que hay que estar encima de los albañiles, que son mu perracos!". Y ya en la puerta le grita a mi santo: "¡A escribir, a escribir, y a comprarle el mostrenco a su señora!".

ENRIQUE FLORES

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