Reportaje:CAMPEONATOS DEL MUNDO DE NATACIÓN

Hora punta en la piscina

Los entrenamientos generales en Sant Jordi se rigen por un orden caótico y un espíritu democrático que iguala a las estrellas con los nadadores de fin de semana

Nada hay más democrático en el deporte que un entrenamiento en una piscina. Basta ver a una niña de las Islas Marianas junto al holandés Pieter Van den Hoogenband en el abigarrado mundo de las sesión vespertina en la piscina del Palau Sant Jordi. En ese universo de apariencia caótica, decenas de nadadores participan de una ceremonia donde no hay privilegios para las estrellas mundiales. Van den Hoogenband -más flaco que nunca y con su famosa concavidad el pecho- vale lo mismo que la niña las Islas Marianas, o que el nadador birmano que perezosamente come una manzana antes de lanzarse al agua. ...

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Nada hay más democrático en el deporte que un entrenamiento en una piscina. Basta ver a una niña de las Islas Marianas junto al holandés Pieter Van den Hoogenband en el abigarrado mundo de las sesión vespertina en la piscina del Palau Sant Jordi. En ese universo de apariencia caótica, decenas de nadadores participan de una ceremonia donde no hay privilegios para las estrellas mundiales. Van den Hoogenband -más flaco que nunca y con su famosa concavidad el pecho- vale lo mismo que la niña las Islas Marianas, o que el nadador birmano que perezosamente come una manzana antes de lanzarse al agua. En ese mundo, los iraquíes se sienten bien recibidos. Saludan y son saludados. En un rincón, dos chicos tailandeses practican divertidos el boxeo. Tailandés, por supuesto.

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En el agua hay un tráfico bestial. Los nigerianos impresionan por su físico, pero decepcionan en el agua. Se lanzan en plancha y se escucha un sonido rotundo que obliga a girar la cabeza para saber si hay heridos. Inge de Bruin, en cambio, se tira al agua con una suavidad anfibia. De Bruin no es plusmarquista mundial de 100 metros libre por cualquier cosa. Sus salidas son perfectas, su brazada potente y eficaz, como el aleteo de sus pies. Los técnicos del equipo holandés escrutan cada brazada, cada viraje, cada salida. A Van den Hoogenband le vigila su entrenador, Jaco Haerens. Es joven, lleva una gorra, una camiseta sin mangas, unos pantalones piratas y unas sandalias. La entrenadora de las Islas Marianas utiliza una falda que se asemeja a una sari. El entrenador del equipo iraquí lleva un chándal, y es difícil saber si es un técnico de verdad: no parece ni más alto, ni más viejo, ni más gordo que los tres nadadores de su equipo. En cada calle hay un jaleo de nadadores que logran salvarse de un accidente por algo parecido a un sexto sentido. No se chocan, por mucho que Van den Hoogenband avance como un misil contra el birmano que tiene el aspecto de nadador de fin de semana.

El problema aparece cuando llegan los ingleses y otros representantes de la Commonwealth. Resulta que nadan por la izquierda. O sea, que nadan como conducen. Y los demás nadan por la derecha. Frena uno por aquí, colisionan dos cabezas por allá y siguen los entrenamientos.Es curioso, pero no se escuchan ruidos, ni risas, ni suenan silbatos. Los entrenadores son silenciosos. Acompañan con la mirada a sus nadadores, apuntan unas notas, corrigen esto y aquello. El único ruido que se escucha es el de los sopletes y los taladros que trabajan para afirmar los mecanotubos. En ese mundo de pieles pulidas y bañadores minúsculos, las limpiadoras recogen con toda naturalidad los desechos de los márgenes de la piscina. Armadas con sus escobas se mezclan con los nadadores, mientras un operario aficionado al heavy metal cose el logo de los Mundiales en la moqueta de la plataforma. Llega el equipo de Hong Kong con sus camisetas naranja y aparecen los chinos con sus polos rojos. No están juntos. Una muchacha de un país africano se agarra a una corchera. No tiene fuerza para avanzar y mira alrededor con gesto perplejo. A las 18.20 se rompe el rumor del chapoteo. Un grito tumultuoso acaba con el silencio. ¡Iu, es, ei!

. Los americanos han llegado.

Los nadadores de Estados Unidos hacen estiramientos al borde de la piscina.CARLES RIBAS
Atasco de nadadores en las calles de la piscina de Sant Jordi.CARLES RIBAS

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