Cartas al director

El centro, coartada de la confusión

La huida al centro, permanente recurso electoral en las dos últimas décadas, ha servido también como válida coartada para las fulgurantes carreras personales que sólo pueden hacerse desde la confusión de valores y de ideologías. Por ello, uno de sus principales objetivos ha sido el derribo de las internacionales políticas tradicionales, comenzando por la democristiana, a manos de liberales avasalladores y de voraces políticos todoterreno. Presa de esa voracidad, la Internacional Demócrata de Centro ha llevado su omnicentrismo hasta incorporar partidos turcos y marroquíes. La Internacional Soci...

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La huida al centro, permanente recurso electoral en las dos últimas décadas, ha servido también como válida coartada para las fulgurantes carreras personales que sólo pueden hacerse desde la confusión de valores y de ideologías. Por ello, uno de sus principales objetivos ha sido el derribo de las internacionales políticas tradicionales, comenzando por la democristiana, a manos de liberales avasalladores y de voraces políticos todoterreno. Presa de esa voracidad, la Internacional Demócrata de Centro ha llevado su omnicentrismo hasta incorporar partidos turcos y marroquíes. La Internacional Socialista ha tenido como máximo antagonista a Tony Blair y a su ejecutor intelectual, Anthony Giddens, con ocasión del lanzamiento de su tercera vía y del Nuevo Laborismo. El mismo año en que aparece el vademécum del director de la London School of Economics, Blair y Clinton lanzan en Washington su nueva Internacional Social-Liberal, que desde entonces se reúne cada año. El mensaje reformista de que se prevalen no ha logrado traducirse ni en su versión anglogermánica ni en la propuesta americana del "nuevo progresivismo", en una teoría mínimamente consistente y renovadora, ni menos aún en una práctica de transformación efectiva.

Como casi todas las invocaciones al cambio, la experiencia británica de Blair no ha logrado, si es que se lo ha propuesto, invertir la regresión social que impuso Margaret Thatchter. En esas circunstancias calificar al foro de Blair de "cumbre de la izquierda mundial", como hace EL PAÍS el 13 de julio en la entradilla de la primera página, y de "cumbre progresista", como titula en la segunda, es añadir confusión a la confusión. Porque si estas reuniones son cumbres de la izquierda, ¿cómo hay que calificar a las de la Internacional Socialista o a las de la "izquierda real"? Con todo, lo más sorprendente es la presentación del corresponsal en Londres cuando, en su por lo demás excelente crónica, califica las posiciones de la Internacional Socialista de "más dogmáticas y más resistentes al cambio y a la reforma". ¿En qué se funda el corresponsal para considerar que la hipótesis liberal sobre la capacidad de crear riqueza y puestos de trabajo mediante la reducción de impuestos, la privatización y la precariedad del empleo es menos dogmática que su contraria? La lectura del riguroso y documentado artículo de Vicenç Navarro del sábado pasado [¿Excesivos Estados de bienestar?] debería poder contribuir a su esclarecimiento.

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