Entrevista:TROTAMUNDOS | ÁNGELA VALLVEY | ESCRITORA

Mark Twain y el Tío Tom

Su último libro, No lo llames amor (Destino), es un viaje por el comportamiento amoroso y sexual de nuestros días. Pero esta escritora, premio Nadal 2002, es de las que no sólo viajan con la imaginación. El año pasado tiró millas por Estados Unidos, tras las huellas de Lorca o Mark Twain.

¿Realizó su particular conquista de América.

Sí, y en vez de carabelas me llevé una Visa. Crucé el país de costa a costa, saliendo de Nueva York para acabar en Los Ángeles, y luego fui a Tijuana (México).

¿Pasó Nueva York su control de calidad viajera?

No la co...

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Su último libro, No lo llames amor (Destino), es un viaje por el comportamiento amoroso y sexual de nuestros días. Pero esta escritora, premio Nadal 2002, es de las que no sólo viajan con la imaginación. El año pasado tiró millas por Estados Unidos, tras las huellas de Lorca o Mark Twain.

¿Realizó su particular conquista de América.

Sí, y en vez de carabelas me llevé una Visa. Crucé el país de costa a costa, saliendo de Nueva York para acabar en Los Ángeles, y luego fui a Tijuana (México).

¿Pasó Nueva York su control de calidad viajera?

No la conocía, y cuando paseé por sus calles tuve la sensación de que esa ciudad, inevitablemente, tenía que producir cómics de superhéroes. Los superhéroes parecen estar gritando sus deseos de existir desde cada ventana de sus rascacielos. Es la misma ciudad que vemos en las películas y en los tebeos de Spiderman. Digna de su imagen, aunque abundan las aceras y calzadas en mal estado, y la tiránica exigencia de propinas desorbitadas resulta una presión excesiva para el pobre turista (y, sobre todo, para el turista pobre). A cada paso surgen desde el suelo esos golpes de vaho blanco e hirviente, lo que Lorca llamaba "la respiración de la ciudad", que siempre vemos en las pelis americanas y que yo creía que eran artificios para dar ambiente.

Comprobado que no había trampa, puso rumbo ¿hacia?

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Saint Louis, tras las huellas de mi idolatrado Mark Twain. Y encontré una ciudad horrible y depresiva, rodeada de un sucio Misisipí. Ni rastro de Tom Sawyer. Pero los afroamericanos del Sur son personas imponentes, con las caras más fascinantes que haya mirado. Vi muchos tíos Tom.

¿Y qué vio en Nueva Orleans?

Entre el vudú, el calor, la música y la vampiromanía, la ciudad tenía mucha animación y dosis suficientes de perversión para contentar hasta al marqués de Sade.

Un diagnóstico final.

Fue un viaje inolvidable, a pesar de que el país me sacaba de quicio: todos parecen deprimidos y paranoicos, y los aeropuertos son un infierno de incompetencia y maltrato al extranjero. Hay que armarse de paciencia. Pero vi maravillas. Aunque no queda ni rastro del viejo sueño americano.

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