El último deseo de un republicano

Brunilda, a sus 90 años, ha cumplido el último deseo de su padre Félix Gordón, fallecido 30 años atrás en México. El duro olvido al que fue sometido el que fuera presidente del Gobierno de la República en el exilio, en París, desde 1952 hasta 1960, se zanjó en parte el pasado 10 de junio, cuando fueron aventadas sus cenizas y las de su esposa a las afueras de León en un acto íntimo. Brunilda recuerda a su progenitor como un hombre "honrado y bueno" que insistía en que tenía que imperar la paz en las naciones y que la fuerza sólo conducía a la violencia. Quienes le conocieron aseg...

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Brunilda, a sus 90 años, ha cumplido el último deseo de su padre Félix Gordón, fallecido 30 años atrás en México. El duro olvido al que fue sometido el que fuera presidente del Gobierno de la República en el exilio, en París, desde 1952 hasta 1960, se zanjó en parte el pasado 10 de junio, cuando fueron aventadas sus cenizas y las de su esposa a las afueras de León en un acto íntimo. Brunilda recuerda a su progenitor como un hombre "honrado y bueno" que insistía en que tenía que imperar la paz en las naciones y que la fuerza sólo conducía a la violencia. Quienes le conocieron aseguran que Gordón no era un político al uso. Durante muchos años ayudó a numerosos exiliados que llegaban a México huyendo de la dictadura. En ese ambiente se crió en México Brunilda y sus hermanos Sigfredo y Ofelia. Esta última no pudo estar ayer en León, debido a una grave enfermedad. El franquismo cambió el nombramiento de Félix Gordón, de hijo predilecto de la ciudad de León por el de hijo "indigno", espinita que llevó clavada en el corazón hasta su muerte. Una caja con tierra de León que le llevó un amigo desde España acompañó a su tumba a Gordón el día de su fallecimiento. Desde ahora, al fin, descansa en paz en la tierra que le vio nacer.

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