Columna

Caimán

"Una niña caminando, / caminando se cayó, / y al caerse se le vio / que no sabía caminar. / Se va el caimán, / se va el caimán, / se va para Barranquilla (bis)". Así se expresaba Se va el caimán, famosísima copla colombiana de los años cincuenta que fue prohibida tajantemente por la censura franquista (al parecer, el dictador, o alguien de su entorno, escondía intereses de diverso calibre en Barranquilla). Ahora resulta que el caimán de marras, o alguno de sus biznietos, ha sido detectado esta semana por diversos ciudadanos en aguas del pantano de Valmayor, a un paso de El Escorial. La ...

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"Una niña caminando, / caminando se cayó, / y al caerse se le vio / que no sabía caminar. / Se va el caimán, / se va el caimán, / se va para Barranquilla (bis)". Así se expresaba Se va el caimán, famosísima copla colombiana de los años cincuenta que fue prohibida tajantemente por la censura franquista (al parecer, el dictador, o alguien de su entorno, escondía intereses de diverso calibre en Barranquilla). Ahora resulta que el caimán de marras, o alguno de sus biznietos, ha sido detectado esta semana por diversos ciudadanos en aguas del pantano de Valmayor, a un paso de El Escorial. La movida que se ha organizado en torno al presunto evento es digna de Fellini y Berlanga juntos. Andan tras el bicho saurio efectivos de la Guardia Civil, inspectores de Medio Ambiente, observadores zoólogos, ecologistas, policías y autoridades locales de Galapagar, videoaficionados en busca de exclusiva, nutrida representación de curiosos de dispar talante. Hasta el momento no se han escuchado lágrimas de cocodrilo, pero todo se andará.

Es cosquilleante divagar sobre los autores de tan aparente dislate. Caben todo tipo de interpretaciones. Una de las más obvias -caso de que, en verdad, haya caimanes merodeando por la capital- es que algunas crías han sido introducidas clandestinamente por personas con capacidad y medios para ello. Pero también pudiera ser que un grupo de colegas, en pleno delirium tremens politraumático, hayan sido objeto de visiones asilvestradas. O la mentira de un niño a su padre pescador para acabar inmediatamente con un tedioso día de campo. O la estratagema de un edil para promocionar el turismo de la zona, al modo del monstruo del lago Ness. Tampoco habría que descartar una sinuosa campaña publicitaria para revigorizar el negocio de las apariciones de la Virgen en un árbol de cierto prado escurialense.

Y como hay gente para todo, no falta quien interpreta la irrupción de los caimanes como una vuelta a la política madrileña de reptiles saurios, de anfibios cubiertos de aceradas escamas por doquier, dientes largos, cola prolongada. ¿Quién es el cocodrilo? ¿Quién la iguana? ¿Quién el yacaré? Enseguida lo veremos.

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