MEMORIA DE LAS PALABRAS

Nota al pie

EL REALISMO nace al margen de la literatura. Quizá sea ya inevitable, pero aun así supone una seria distorsión publicar bajo el nombre de Daniel Defoe Robinson Crusoe, Moll Flanders o el Diario del año de la peste. En 1719, el Robinson no aparecía como "fiction", sino como "history of fact", y, dato todavía más importante, nunca en su época se imprimió con mención alguna del polígrafo londinense. Ni hubiera sido admisible que lo hiciera, porque la portada declaraba inequívocamente quién era el autor: "Written by Himself", el propio Robinson. Cosa similar ocurre con ...

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EL REALISMO nace al margen de la literatura. Quizá sea ya inevitable, pero aun así supone una seria distorsión publicar bajo el nombre de Daniel Defoe Robinson Crusoe, Moll Flanders o el Diario del año de la peste. En 1719, el Robinson no aparecía como "fiction", sino como "history of fact", y, dato todavía más importante, nunca en su época se imprimió con mención alguna del polígrafo londinense. Ni hubiera sido admisible que lo hiciera, porque la portada declaraba inequívocamente quién era el autor: "Written by Himself", el propio Robinson. Cosa similar ocurre con Moll Flanders, el Diario o, claro es, las Memorias de guerra del Capitán Carleton, que el mayor crítico de Inglaterra, Samuel Johnson, no dudó en considerar auténticas.

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La presencia y la valoración prominente de la cotidianidad, la atención detallada al entorno contemporáneo compartido por escritores, personajes y lectores, promueven la única mutación sustancial que la literatura europea ha experimentado a lo largo de veintinco siglos. Pero la revolución comienza, digo, al margen de la literatura, con una serie de libros, del Lazarillo de Tormes a La nouvelle Héloïse, que se presentan como relatos de hechos reales, efectivamente acaecidos (o, en un segundo momento, como remedo manifiesto de tales relatos), y por lo mismo rechazan toda seña de literariedad y adoptan las formas corrientes en la prosa de hechos reales: cartas, memorias, biografías, relaciones, crónicas

... Sólo a paso de hormiga la literatura institucionalmente bendecida fue acogiendo las técnicas y los objetivos propios de semejantes imposturas, de esos simulacros de realidad.

En balde buscaremos en el Siglo de Oro español una prosa tan atractiva, tan vivaz, y al tiempo tan cercana al habla de todos los días como los espléndidos diálogos de 1599 ahijados a "John Minsheu". A veces creemos estar leyendo los trozos más sabrosos del Quijote. Pero tal adhesión a la verdad de la lengua no era posible sino en una obra sin pretensiones literarias, un manual para la enseñanza del castellano, porque la tradición clásica vedaba incluso a Cervantes una fiel representación de la realidad.

Otra cosa es que el Quijote vaya siglos por delante y anticipe, contenga y hasta invente no ya la novela moderna (con el modernismo y la posmodernidad incluidos), sino la entera historia de la novela: la convergencia de la ficción realista con todos los géneros y con todos los otros modos de narración, en el marco de una estética que le reconozca la plenitud como literatura.

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