Columna

Autoengaño

Para muchos, el autoengaño es un mero mecanismo de defensa contra la ineptitud personal o la falta de talento. También un escudo de paja contra la realidad. En cualquier caso, no sirve de nada, ya que los hechos acaban por destruir nuestra bella falacia. Hace bastantes años, un sindicalista al que profesaba cierto afecto, me pidió que le echara un vistazo al artículo que pensaba publicar en un boletín informativo. Le cambié bastantes frases. Le corregí errores gramaticales y hasta me atreví a darle cierto aire literario. Lo aceptó sin más y lo publicó con su firma días más tarde. Al mes siguie...

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Para muchos, el autoengaño es un mero mecanismo de defensa contra la ineptitud personal o la falta de talento. También un escudo de paja contra la realidad. En cualquier caso, no sirve de nada, ya que los hechos acaban por destruir nuestra bella falacia. Hace bastantes años, un sindicalista al que profesaba cierto afecto, me pidió que le echara un vistazo al artículo que pensaba publicar en un boletín informativo. Le cambié bastantes frases. Le corregí errores gramaticales y hasta me atreví a darle cierto aire literario. Lo aceptó sin más y lo publicó con su firma días más tarde. Al mes siguiente ahorró esfuerzos y sólo me hizo llegar un guión con las cinco ideas que deseaba desarrollar en los cuatro folios de su próxima colaboración. Le escribí el artículo, lo aprobó sin permutar una coma y colocó nuevamente su nombre a pie de página. La operación se repetiría durante dos largos años, mes a mes, hasta el día en que consideró que aquel florilegio de prosas mordaces daba para un libro y decidió editarlo. Dado su predicamento político y su "probada agudeza literaria" no halló ningún obstáculo para publicar la obra y presentarla ante una multitud que aclamó sus méritos mientras degustaba un selecto vino de honor. Por supuesto que no fui invitado al acto, pero eso es lo de menos. Hace un par de años -es otro ejemplo- vino a verme una señora (con alto cargo en la administración) para mostrarme su primer libro de versos. Me deprimí al instante. Fallaba todo (ritmo, métrica, emoción, imágenes) menos la voluntad. Le aconsejé leer a otros poetas y tomó buena nota. Meses después regresó con el libro corregido. Era inútil, pero me lo llevé a casa y escribí por placer otro paralelo respetando sólo el título de los poemas. Nos vimos y se fue con ambos ejemplares para estudiarlos a fondo. Nada supe de ella hasta el día en que encontré en unos grandes almacenes el poemario publicado con su nombre y con mis versos. Algunos no saben todavía que el autoengaño amplifica el fracaso. Lo del 25-M es otro ejemplo. Mucha fue la voluntad de ciertas fuerzas políticas, pero la realidad recuerda -como decía el mismo Iglesias (no Pablo sino Julio)- que la vida sigue igual.

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