PATÉ DE CAMPAÑA | ELECCIONES 25M

El Fòrum tras el temporal

Volvieron al escenario del crimen con la sonrisa puesta para la foto. Ella en vaquero beis y camiseta fantasía, ellos trajeados y encorbatados, salvo Trias, modelo casual fin de semana. "Si lo hubiera sabido...", se excusaba el candidato, pero nadie le creía, se precisan años de estudiada dejadez para conseguir esa pátina Woody Allen. Portabella se había echado al cuello el lazo más riguroso: seda azul celeste moteada de amarillo, como para pasar la tarde en el Sandor. Italiana, marca Martella: un regalo del concejal de economía y turismo de Nápoles, informaba.

Nicola Odatti, el obsequi...

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Volvieron al escenario del crimen con la sonrisa puesta para la foto. Ella en vaquero beis y camiseta fantasía, ellos trajeados y encorbatados, salvo Trias, modelo casual fin de semana. "Si lo hubiera sabido...", se excusaba el candidato, pero nadie le creía, se precisan años de estudiada dejadez para conseguir esa pátina Woody Allen. Portabella se había echado al cuello el lazo más riguroso: seda azul celeste moteada de amarillo, como para pasar la tarde en el Sandor. Italiana, marca Martella: un regalo del concejal de economía y turismo de Nápoles, informaba.

Nicola Odatti, el obsequiante, estaba allí, en compañía del alcalde de Turín, Sergio Chiamparino: estos días han seguido la campaña de Joan Clos, se supone que para tomarle las medidas al triunfo. Los dos son DS, Democratici di Sinistra, pero uno "más de sinistra que el otro", puntualizaba Odatti -o sea, él más que Chiamparino-, y ya estamos en el lío barroco de la política italiana -nada que ver con sus sobrias corbatas-, una famiglia mal avenida esta sinistra, a ver si Cofferati se pone a ejercer de padrino y acaba de una vez con tanta tontería.

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Chiamparino y Odatti contemplaban el ritual de la foto -los cinco munícipes sonrientes sobre un podio, dispuesto por el jefe de fotografía, Joan Sánchez, ante el centro de convenciones del Fòrum- sin sospechar que asistían a otra escena italiana, un ejercicio de exquisita omertà. El día anterior habían volado los platos a las cabezas por un quítame allá ese Fòrum, pero ahora convenía mantener las apariencias, sonreír a los vecinos y disimular la bronca doméstica. Todos habían acudido a la casa del padre padrone, lamiéndose más o menos las heridas: el patrimonio hay que preservarlo, no fotem. "L'avara povertà dei catalani", decía Dante.

Pero yo no pensaba en ese poeta, sino en otro de mis años de estudio, en Leopardi, el sufridor de Recanati. Pensaba en su Canto XXIII, titulado La quiete dopo la tempesta, la quietud tras el temporal. No es su mejor canto -A Silvia o L'infinito están por encima-, pero viene como anillo al dedo a la escena: "Passata è la tempesta: / Odo augelli far festa, e la gallina, / Tornata in su la via, / Che ripete il suo verso". La tormenta ha pasado, los pajaritos cantan festivos, la gallina ha vuelto a cacarear en la calle.

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