Columna

Expresiones

Decía Pessoa que todo arte es expresión de algún fenómeno psíquico, y que su bondad depende de que se adecue a lo que quiere expresar el autor, condición para la que todos los estilos son válidos. O sea, que es fundamental que el artista encuentre su modo de expresarse, sea el que sea. Esta observación se me ha venido a la cabeza tras ver la estupenda exposición de Salinas en la sala Chicarreros de la Caja San Fernando y mirar detenidamente el magnífico catálogo, de donde saqué la conclusión de que el autor se expresa en varias facetas.

La más importante es la que manifiesta en sus cuad...

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Decía Pessoa que todo arte es expresión de algún fenómeno psíquico, y que su bondad depende de que se adecue a lo que quiere expresar el autor, condición para la que todos los estilos son válidos. O sea, que es fundamental que el artista encuentre su modo de expresarse, sea el que sea. Esta observación se me ha venido a la cabeza tras ver la estupenda exposición de Salinas en la sala Chicarreros de la Caja San Fernando y mirar detenidamente el magnífico catálogo, de donde saqué la conclusión de que el autor se expresa en varias facetas.

La más importante es la que manifiesta en sus cuadros que, aunque me han impresionado desde el primero que presenta enorme e impactante hasta los pequeños grises de la sala a mano izquierda, no me atrevería a añadir ningún elogio a los que, con tanto conocimiento, prodigan Fernando Huici y Francisco Rivas en dicho catálogo.

Otra expresión estética es la que ofrecen los tres retratos del artista que aparecen entre las fotos de los cuadros, en las que la composición y el colorido son tan acertados. El pintor y el manchón negro tan bien colocados en la primera imagen; el mismo oscuro del traje y de las sombras del lienzo del fondo formando un equilibrio perfecto en la segunda, y el desorden de la tercera tan atractivo y sereno.

La tercera y última es la que transmite el propio Salinas frente a la cámara fotográfica: joven, tímido, relajado, con una confianza ingenua en la frontalidad de su postura favorita: con los pies ligeramente separados y las manos en los bolsillos. Menos tranquilo se le nota cuando se viste de oscuro y parece que posa incómodo, con una mirada oblicua hacia el fotógrafo. Entre las últimas páginas aparece como si ya hubiera pasado por la inocencia y por la desconfianza de la vida; vuelve a meter ambas manos en los bolsillos y observa la paleta de pinturas sobre la mesa con el sosiego de la madurez.

Desde que estamos sometidos al mundo de la imagen, la expresión ha cobrado valores nuevos, como pueden ser el comercial o el seductor, pero para el artista siempre ha sido el mismo, tan difícil de encontrar y tan necesario para triunfar.

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