OPINIÓN DEL LECTOR

Y ahora, adiós al cine Capitolio

En poco más de una semana, el vacío en la cartelera ilicitana se ha convertido en un abismo. Si hace diez días nos despedíamos del Alcázar, ahora le ha tocado el turno al Capitolio, otro superviviente de la época dorada. ¿Sólo somos los ciudadanos nostágicos los que nos damos cuenta de lo que significan estas pérdidas? ¿Cuándo comprenderán los políticos y empresarios que tanto el cine como la arquitectura son vehículos de cultura que nos identifican mucho más que el partido que votamos o la ropa que vestimos? Posiblemente nunca, mientras el único vehículo que conozcan sea el coche.

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En poco más de una semana, el vacío en la cartelera ilicitana se ha convertido en un abismo. Si hace diez días nos despedíamos del Alcázar, ahora le ha tocado el turno al Capitolio, otro superviviente de la época dorada. ¿Sólo somos los ciudadanos nostágicos los que nos damos cuenta de lo que significan estas pérdidas? ¿Cuándo comprenderán los políticos y empresarios que tanto el cine como la arquitectura son vehículos de cultura que nos identifican mucho más que el partido que votamos o la ropa que vestimos? Posiblemente nunca, mientras el único vehículo que conozcan sea el coche.

A partir de ahora, con cinco minisalas y sólo una sala grande (y en vías de sustitución por un gran supermercado; al fin y al cabo, estamos de suerte: pertenecemos a una sociedad que sabe pasar sin traumas ni quejas de la ilusión ante una sala oscura que se llena por la luz proyectada en la pantalla a la ilusión de la ofertas baratas que llenarán el carro de la compra) es más difícil ir paseando por la ciudad hasta el cine, disfrutar en la salida de los comentarios perspicaces de los amigos que se alargan hasta las copas de la madrugada.

Estaremos obligados a coger más el coche, a gastar más gasolina -¿para eso se hizo una guerra, no?- Ni los ancianos ni los niños y adolescentes parecen contar en esta sociedad, pero la vida sigue, y los políticos y empresarios envejecerán, aunque para entonces ya habrán acabado con el cine y con la ilusión. Y, muy posiblemente, con el petróleo, del que tanto dependen.

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