Reportaje:Wayne Shorter | MÚSICA

"Me interesan las músicas que tengan fantasía y deseo"

Para Wayne Shorter, el año 2002 transcurrió con fortuna verdaderamente capicúa: Footprints live! (Verve/Universal) fue elegido disco del año por algunas de las revistas especializadas más prestigiosas del mundo y fue nominado a los grammys. No ganó el premio quizá porque su música resultaba demasiado intensa. Footprints live! traía lo inesperado, un cuarteto estrictamente acústico de altos vuelos en la privilegiada tarea de recrear joyas como Sanctuary, Masquelero o el propio Footprints. El encuentro del cuarteto llevó su tiempo, pero mereció la pena el plan...

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Para Wayne Shorter, el año 2002 transcurrió con fortuna verdaderamente capicúa: Footprints live! (Verve/Universal) fue elegido disco del año por algunas de las revistas especializadas más prestigiosas del mundo y fue nominado a los grammys. No ganó el premio quizá porque su música resultaba demasiado intensa. Footprints live! traía lo inesperado, un cuarteto estrictamente acústico de altos vuelos en la privilegiada tarea de recrear joyas como Sanctuary, Masquelero o el propio Footprints. El encuentro del cuarteto llevó su tiempo, pero mereció la pena el plantón. "Primero escuché a Brian Blade [batería], y me gustó mucho", recuerda Shorter. "Después conocí a Danilo Pérez [piano] cuando Dizzy Gillespie lo presentó con su United Nations Orchestra y, finalmente, me enteré de que John Patitucci [contrabajo] se había trasladado a Nueva York. Cuando nos encontramos por primera vez, pensé que podía salir algo realmente bonito de aquel encuentro".

¡Cuidado!: "Bonito" es una palabra algo desprestigiada que incluso puede levantar ampollas en ciertos sectores de la crítica. Así se explica que Shorter fuese tachado por el susodicho círculo de ser uno más en subirse al tiovivo revivalista y nostálgico. Frío, frío. La verdad de Shorter nunca tiene nada de verbenera. No puede tenerlo en un hombre que jamás ha mirado atrás si no ha sido para, precisamente, evitar la repetición. Se puede confirmar entonces que 2002 resultó redondo para Shorter, sobre todo después de que también saliera ese año su extraordinaria colaboración con Joni Mitchell (Travelogue).

Pero, en realidad, el saxofonista nunca ha necesitado números redondos para hacer historia. Veamos. Entre 1959 y 1963 inundó de maravillosas composiciones el repertorio de los Jazz Messengers de Art Blakey; en 1964, cuando ya había grabado para Blue Note discos a su nombre tan memorables como Night dreamer, Ju Ju o Speak no evil, aportó la acidez de su saxo tenor al segundo quinteto clásico de Miles Davis, además de ayudar al trompetista a iniciar el despegue hacia un temario propio. Por fin, a finales de los setenta fundó, junto a Joe Zawinul, uno de los grupos (¿hace falta decir su nombre?) más influyentes del llamado jazz-rock. Con este historial, el saxofonista se hubiera podido permitir algún sueño honesto con glorias pasadas, pero un hombre del perfil artístico de Shorter rara vez se conforma. El próximo 25 de agosto cumplirá 70 años y, por el entusiasmo con el que habla, se diría que los proyectos que tiene entre manos brincan de impaciencia.

De momento ha grabado un nuevo disco, esta vez en estudio y con producción rumbosa, cuyo título (Alegría!) refleja a la perfección su estado de ánimo. "Alegría! suena mejor en español que en ningún otro idioma", afirma el saxofonista. "Lo entiendo en el mismo sentido que allegro. Es una palabra llena de color que evoca felicidad y vida. La verdad es que estoy satisfecho de cómo ha quedado. Me parece muy ecléctico y cuando escucho cada una de sus piezas veo naranjas, manzanas... Me gustan los colores de la fruta en general. En el estudio pudimos permitirnos el lujo de ser divertidos, y la verdad es que nos divertimos".

Ésa es una idea fija en Shorter: tocar junto a músicos felices. "Busco instrumentistas abiertos y sin prejuicios que vivan vidas agradables", dice. "Que no tengan problemas familiares y que tampoco los estén incubando. Que no se comporten como viejos gruñones reumáticos ni como niñatos caprichosos pidiendo cosas raras a todas horas. No quiero que haya divas (risas) entre nosotros".

Con el apoyo de músicos de ese mismo talante Shorter ha conseguido, de nuevo, completar un disco multicolor que sintetiza multitud de influencias. "Me interesan todas las músicas que tengan fantasía y expresen deseo", asegura. "Que posean un instinto ganador y capacidad para superar obstáculos. Hay muchos países que tienen folclores maravillosos que los artistas pop de la tierra no saben aprovechar. Es una pena".

Shorter, por el contrario, parece absorber los sonidos por ósmosis exprés. "Para componer me inspiro en la gente, en personajes sacados del cine clásico y de libros de ciencia-ficción, ensayos o biografías. Cuando escribo me planteo una especie de lucha imaginaria en la que hay victorias parciales pero también momentos dramáticos, como en las historias de los héroes de ficción. Creo que mis composiciones encajarían muy bien en películas que nunca nadie rodará", reconoce divertido.

Quizá algún día Shorter se realice como compositor de bandas sonoras, pero, de momento, parece más ilusionado con la idea de escribir para grandes orquestas. "Trabajo con varias en este momento y está previsto que toque en el Carnegie Hall de Nueva York, y el 6 de agosto en Los Ángeles con la filarmónica de la ciudad. Joni Mitichell cantará una canción y las orquestaciones serán responsabilidad de Vince Mendoza", añade. "También tendré como invitado al bailarín Savion Glober, que es el rey de Broadway ahora mismo. Baila piezas de Charlie Parker, el A love Supreme de John Coltrane y cosas así".

El saxofonista norteamericano Wayne Shorter.

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