Tribuna:

Nosotros, a lo nuestro

Hay clubes que nacen y se desarrollan para ser grandes y ganarlo casi todo. Se dotan a sí mismos de unas estructuras coherentes y organizadas, como las grandes empresas, las potentes multinacionales o los bien gestionados bancos. Tienen presidentes que se hacen los trajes a medida y usan corbatas de seda; sus directores generales alternan el cuidado de los balances y el ebitda con un cierto gusto por la música clásica, la poesía o las antigüedades. Y sus gestores de menor relieve se dedican a llevar a cabo lo que de ellos se espera: una gestión atinada, prudente y enfocada a cumplir con...

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Hay clubes que nacen y se desarrollan para ser grandes y ganarlo casi todo. Se dotan a sí mismos de unas estructuras coherentes y organizadas, como las grandes empresas, las potentes multinacionales o los bien gestionados bancos. Tienen presidentes que se hacen los trajes a medida y usan corbatas de seda; sus directores generales alternan el cuidado de los balances y el ebitda con un cierto gusto por la música clásica, la poesía o las antigüedades. Y sus gestores de menor relieve se dedican a llevar a cabo lo que de ellos se espera: una gestión atinada, prudente y enfocada a cumplir con los resultados previstos. Como resultado de todo ello, sus clientes esperan que las cosas funcionen, que sus cuentas reflejen la realidad y que las acciones tengan un valor razonable. Osea, el Madrid, venga a ganar Ligas y Copas de Europa. Un aburrimiento.

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Nosotros, los atléticos, somos distintos. Nosotros, a lo nuestro. Y lo nuestro es tener un presidente despatarrado con un tanga de piel de tigre en una piscina, con varios collares y decenas de casos judiciales al cuello, que cuando no despacha con sus abogados se desahoga en sentimentales conversaciones con un caballo; también tenemos, o eso creo, directores generales, pero seguramente con poca intención de reservar plaza para los Festivales de Salzburgo ni con una gran afición por los cuadros de Rothko. Y los gestores de tan brillante sociedad, por supuesto, o ya están locos cuando aceptan hacerse cargo de tal club, o enloquecen en el imposible cometido de llevar a puerto semejante cúmulo de desastres. Fichan mal, venden peor y hacen alineaciones atrabilirias.

Así que los clientes, llámense aficionados en este caso, esperan lo evidente: sufrir, mucho sufrir. Pero eso sí, con desmesura. Que tenemos el equipo del 62, pues, hala, a desperdiciarlo. Que llegamos a la final de la Copa de Europa, pues nada, a perderla en el último minuto. Que ganamos dos títulos seguidos de Liga, pues bajemos a segunda división bien pronto, no vaya a ser que nos dé un síncope de tanta alegría. Incluso que nos visita el Príncipe y todas las televisiones están pendientes de nosotros, pues nada, perdamos con el Osasuna, que está punto de bajar y encima juega con diez jugadores.

Nosotros, ya digo, a lo nuestro. ¿Que qué es lo nuestro? Lo nuestro, de verdad de verdad, lo único que justifica nuestra existencia, que da coherencia a nuestro sufrir, es ganarle al Madrid. Así que si el próximo 15 de junio lo logramos en el Bernabéu habremos cumplido con nuestra única meta. Lo demás son añadidos.

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