Reportaje:

El tren de la miseria

Dos descarrilamientos en un solo día evidencian el estado ruinoso de la línea Barcelona-Puigcerdà

"Este tren es una estafa. No pagues, cuélate". Semejante inscripción, obra de algún pasajero consumido por la indignación, es la bienvenida que se encuentran en su vagón los viajeros que llegan a Puigcerdà procedentes de la red de ferrocarriles franceses.

La subversiva pintada y la dejadez que encontrarán a partir de aquí les indicarán sin equívoco que han dejado la red ferroviaria francesa para adentrarse en una de las líneas más degradadas del viejo continente: la Barcelona-Puigcerdà.

Une dos países de la Unión Europea, pero la velocidad de sus trenes recuerda más a los convoye...

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"Este tren es una estafa. No pagues, cuélate". Semejante inscripción, obra de algún pasajero consumido por la indignación, es la bienvenida que se encuentran en su vagón los viajeros que llegan a Puigcerdà procedentes de la red de ferrocarriles franceses.

La subversiva pintada y la dejadez que encontrarán a partir de aquí les indicarán sin equívoco que han dejado la red ferroviaria francesa para adentrarse en una de las líneas más degradadas del viejo continente: la Barcelona-Puigcerdà.

Une dos países de la Unión Europea, pero la velocidad de sus trenes recuerda más a los convoyes que en su día recorrieron el imperio austro-húngaro. Y es que en muchos de sus tramos no alcanza los 30 kilómetros por hora.

Claire Segué, que ayer cruzó la frontera con la intención de llegar en otro tren a Barcelona, ya comenzó a preocuparse al ver las pintadas de su vagón. Pero cuando leyó en el diario que dos trenes habían descarrilado en esta misma línea el día anterior, su preocupación se convirtió en alarma. "La verdad, ésta no es la mejor imagen que puede ofrecer España".

No sólo los extranjeros se alarman. Lo usuarios habituales de esta línea, que pese a ser de vía única registra un tráfico de 820.000 pasajeros anuales, están indignados. Tanto, que ya se han constituido en una plataforma: Renfe, Espavila't, se llama. Carles Baronet, su portavoz, considera que esta línea, lejos de modernizarse, está yendo a la ruina. "Mucha gente todavía asocia este tren con las excursiones de domingo, cuando en realidad se trata de una infraestructura internacional y, sobre todo, de un medio utilizado por centenares de personas cada día para ir a trabajar a Barcelona, a Vic o a donde sea. Pero a nadie le importa lo que pase con ella". Y enumera un listado de agravios: "En cuestión de semanas hemos tenido dos descarrilamientos, dos desprendimientos, más de diez días sin tren e incluso algún retraso porque el conductor se había dormido".

Los integrantes de la plataforma, que aprovechan sus obligados viajes en este tren para hacer asambleas y organizar protestas, han abierto una dirección de correo electrónico (lavergonya@eresmas.com). Las quejas que ya les están enviando llegarán en septiembre a la Comisión Europea, institución a la que pedirán que reconozca el "interés internacional de la línea" y actúe en consecuencia.

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"Y es que la gente está muy quemada" afirma Baronet; "¿sabe lo que es estar todo el trayecto maldiciendo a Renfe porque siempre, absolutamente siempre, te hace llegar tarde al trabajo?".

Lo sabe Juana, una vecina de Barcelona que ayer iba a ver a su hija, estudiante en la Universidad de Vic, que ha tenido que trasladarse a la capital de Osona "porque lo del tren era imposible". Su hija fue una de las personas heridas en el accidente que tuvo un convoy de la línea en 2001 cuando dos máquinas que remolcaban un tren averiado lleno de pasajeros se descompensaron.

El resultado fue un frenazo tremendo, una veintena de heridos leves, puertas desplomadas sobre los viajeros y un susto de muerte. "Y lo peor es que nadie supo informarnos de qué había pasado", recuerda.

Otra plataforma, El Ripollès Existeix, también hace lo que puede por el tren. Según Eudald Fajula, uno de sus miembros, "sólo con el dinero que se ha gastado en cubrir la vía a su paso por Vic se habría podido pagar lo que cuesta garantizar la seguridad de los pasajeros". No lo dice en vano: el tren que descarriló anteayer en Ripoll lo hizo sobre el puente que cruza el río Ter. "Si no llega a pararlo un poste eléctrico, estaríamos hablando de una catástrofe", asegura.

Tras el bochornoso descarrilamiento de este tren taller, que iba a reparar el convoy también descarrilado horas antes en Ribes de Freser, la empresa se vio ayer obligada a hablar de dinero. Por boca de su presidente, Miguel Corsini, Renfe prometió mejoras por valor de 4,2 millones de euros. Pero se trate de un simple parche o de una inversión pensada, nadie cree que ello saque de la ruina al tren de la miseria.

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