Entrevista:JUAN ANTONIO CASTAÑEDA | Compositor | Signos

"Los músicos jóvenes parecen cortados por la misma tijera"

Juan Antonio Castañeda (Cádiz, 1933) asistió un día a un concierto de Narciso Yepes y su vida cambió. Marchó a Sevilla a estudiar guitarra, y continuó practicando esta disciplina en Madrid bajo la tutela de Regino Sáinz de la Maza. Allí empezó a desarrollar su trabajo como compositor, poniendo música a numerosos textos clásicos y a casi todos los montajes teatrales de un Alejandro Casona recién llegado del exilio. De regreso a Cádiz, optó por la docencia sin dejar de componer. El próximo 9 de mayo estrenará su último trabajo, El Atalayero, en la inauguración del Festival Manuel de Falla...

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Juan Antonio Castañeda (Cádiz, 1933) asistió un día a un concierto de Narciso Yepes y su vida cambió. Marchó a Sevilla a estudiar guitarra, y continuó practicando esta disciplina en Madrid bajo la tutela de Regino Sáinz de la Maza. Allí empezó a desarrollar su trabajo como compositor, poniendo música a numerosos textos clásicos y a casi todos los montajes teatrales de un Alejandro Casona recién llegado del exilio. De regreso a Cádiz, optó por la docencia sin dejar de componer. El próximo 9 de mayo estrenará su último trabajo, El Atalayero, en la inauguración del Festival Manuel de Falla de Cádiz.

Pregunta. ¿Cómo comienza el proyecto de El Atalayero?

Respuesta. Se trata de una pieza comprendida en las Crónicas de mar y tierra, de Fernando Quiñones. Cuando yo vivía en Madrid iba mucho a casa de Fernando y él siempre me decía: "Juan Antonio, a esto hay que ponerle música". Yo lo leí varias veces, pero me parecía difícil levantarlo en un escenario. Volvimos a vernos años después en Cádiz, cuando ya estaba enfermo. Fui a verlo al hospital y volvió a decirme: "Juan Antonio, a El Atalayero hay que ponerle música". Le aseguré que en cuanto saliera de allí retomaríamos el proyecto, pero dos días después supe por la radio que había muerto. Así empieza todo, como una obsesión.

P. ¿Cómo ha cambiado su visión de la obra en estos años?

R. La obra sigue siendo difícil, pero desde el principio supe que tenía carne. Me llegaba su fondo social, su encanto, lo bien dicha que está. Yo sólo trato de repetir musicalmente lo que está dicho en el texto, es una paráfrasis. No ha habido otro sistema que la lectura y el teclado a mano.

P. No es la primera vez que traduce versos al lenguaje musical.

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R. En mis Doce canciones puse música a Miguel Hernández, Alberti, Lorca, Rafael Soto, el propio Fernando... Pero esto es algo totalmente distinto. Ahora he tenido que darle unidad a todo el conjunto, para que vaya subiendo conforme avanza la obra.

P. ¿Es posible sobrevivir como compositor en Andalucía?

R. Como no vivo de esto, simplemente me gusta y pongo interés en ello. Pero creo que un buen músico puede ganar mucho dinero. En Madrid, yo tuve suerte con la versión de La Celestina de Casona, y desde entonces me encajaron en cosas de época: Quevedo, Lope... No me faltó el trabajo.

P. ¿Qué nombres de interés citaría en la música andaluza actual?

R. La mayoría de los músicos de ahora han salido del Conservatorio de Sevilla, bajo la influencia del catedrático Manuel Castillo. Y todos parecen cortados por la misma tijera. No me explico cómo se les puede dar unos versos muy diáfanos y sensatos de Alberti y que el resultado sea una música despeinada, afanosa por ser moderna.

P. ¿No sucede lo mismo en el resto de España?

R. Sí, hay poca gente en el horizonte: Luis de Pablo, Cristóbal Halffter, Bernaola... Se dirá que soy arcaico, pero, ¿acaso se ha dicho ya todo en la tonalidad? ¿Y Béla Bartók, y Stravinski, y Schönberg y tantos otros, absolutamente modernos sin perder la forma, la belleza, la sonoridad? Me desconcierta que estos críos se salten a la torera algo tan elemental.

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