Reportaje:

Por qué los Gobiernos árabes están en el limbo

Horas antes de que cayeran las primeras bombas sobre Bagdad, el presidente egipcio, Hosni Mubarak, que se había mostrado casi tan enérgico cono Jacques Chirac en su oposición a la guerra de Irak, cambió de actitud. De pronto, Sadam Husein tenía la culpa. El dictador iraquí se lo había buscado. Se había mostrado tan beligerante, tan inflexible, dijo Mubarak, que se había acarreado la ira de Estados Unidos.

Era sorprendente que el gobernante de la nación más poblada y poderosa del mundo árabe dijera una cosa así. Entre quienes se oponen a la guerra, nadie habría hecho una concesión semeja...

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Horas antes de que cayeran las primeras bombas sobre Bagdad, el presidente egipcio, Hosni Mubarak, que se había mostrado casi tan enérgico cono Jacques Chirac en su oposición a la guerra de Irak, cambió de actitud. De pronto, Sadam Husein tenía la culpa. El dictador iraquí se lo había buscado. Se había mostrado tan beligerante, tan inflexible, dijo Mubarak, que se había acarreado la ira de Estados Unidos.

Era sorprendente que el gobernante de la nación más poblada y poderosa del mundo árabe dijera una cosa así. Entre quienes se oponen a la guerra, nadie habría hecho una concesión semejante a George W. Bush; a nadie se le habría ocurrido decir que Sadam había creado las condiciones para la invasión norteamericana. Sin embargo, ahí estaba el presidente del país en el que vive más de la cuarta parte de todos los árabes (70 millones), cuyas fuerzas armadas son las más numerosas de la región, apoyando el argumento de Estados Unidos a favor de la guerra y traicionando la solidaridad árabe.

La costumbre de tratar a los ciudadanos como si fueran tontos está muy arraigada y no suele discutirse, porque en la política árabe no se exigen responsabilidades
El gran temor de los dirigentes árabes es lo que Bush llama el "cambio de régimen"; no en Irak, donde se alegrarían de verlo, sino en sus propios países
Los manifestantes de las mezquitas consideran que la guerra de Irak es otra prueba más de la complicidad entre Estados Unidos e Israel
Es esa sensación de vergüenza, fracaso y desesperación lo que, tal vez más que ninguna otra cosa, impulsa a los árabes a entrar en organizaciones como Al Qaeda
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¿Seguro? ¿Qué piensan verdaderamente los Gobiernos de los 22 Estados árabes sobre lo que han hecho Estados Unidos y sus aliados en Irak? ¿Acaso las palabras de Mubarak eran -como aseguró un alto funcionario que ha participado en el desarrollo de la estrategia de la coalición para Irak- un indicio de que todos los países árabes de Oriente Próximo dicen una cosa en público y "lo contrario por cauces privados"?

Diversas entrevistas realizadas en El Cairo, sede de la Liga Árabe, pintan un cuadro que muestra una imagen ambivalente de los regímenes árabes respecto a los medios utilizados por Estados Unidos en Irak, pero comprensiva, en casi todos los casos, respecto a los objetivos norteamericanos.

Pero el gran temor de los dirigentes árabes es lo que Bush llama el "cambio de régimen"; no en Irak, donde se alegrarían de verlo, sino en sus propios países.

Cumbre de la Liga Árabe

En una cumbre de la Liga Árabe celebrada el mes pasado, sólo tres semanas antes del comienzo de la guerra, los 22 participantes firmaron una moción en la que se oponían a la acción militar de los estadounidenses en Irak. Y ello a pesar de que seis de dichos países estaban colaborando abiertamente en el esfuerzo bélico de EE UU, y la mayoría de los demás, con la excepción de Siria y Libia, estaban prestando una ayuda discreta de uno u otro tipo.

Ziad Bahaa-Eldin, un destacado abogado de El Cairo, recuerda la cumbre con repugnancia. "¡Hasta Kuwait votó a favor!", dice. "¡Kuwait, con 200.000 soldados estadounidenses en su territorio! Casi todos colaboran de una forma u otra, ¡pero nos tratan como si fuéramos tontos!".

La costumbre de tratar a los ciudadanos como si fueran tontos está muy arraigada y no suele discutirse, porque en la política árabe no se exigen responsabilidades. Hissham Kassem, un intelectual progresista egipcio, hace hincapié en que existen grandes diferencias entre unos países árabes y otros. "Por ejemplo, Arabia Saudí es un infierno para las mujeres; Túnez es un paraíso". Pero todos tienen una cosa en común, añade Kassem. "No hay una sola democracia entre ellos. Todos están dirigidos por Gobiernos autoritarios".

Ahora bien, la pregunta es por qué, en el caso concreto de Irak, consideran necesario tratar a los ciudadanos como si fueran tontos, emplear unas ambigüedades tan evidentes. Bahaa-Eldin tiene la respuesta. "Para entender de qué va todo hay que saber una cosa", dice. "Es cuestión de instinto de supervivencia. El instinto de perpetuar su poder".

Los dirigentes árabes tienen una forma educada de calificar el fenómeno que describe Bahaa-Eldin. Mantener la estabilidad. Por eso, el sector más mimado de la maquinaria gubernamental en los regímenes árabes es la seguridad del Estado.

Desde luego, dado que el antiamericanismo crece día a día en las calles árabes, unos buenos servicios de información exigen que los dirigentes y sus dóciles medios de comunicación denuncien la guerra de Irak y ofrezcan palabras altisonantes de consuelo para la nación "hermana". Pero lo que pasa por las mentes de los dirigentes árabes es una cosa muy distinta.

"En primer lugar", dice Abdul Moneim Said, director del Centro Al Ahram de Estudios Estratégicos, "lo que hacen es observar y ser muy sensibles a su público. Ésa es su primera preocupación. Por tanto, reaccionan ante los hechos y miden sus palabras y sus acciones con la vista puesta en que la ira siga siendo políticamente soportable. En mantenerla en un nivel que no amenace el régimen".

"La segunda gran preocupación de los Gobiernos árabes", explica Moneim Said, "es cómo mantener unas buenas relaciones con Estados Unidos y, al mismo tiempo, oponerse a la guerra. Porque todos tienen intereses de uno u otro tipo que les exigen proseguir el diálogo con los estadounidenses. Por ejemplo, los saudíes no quieren que EE UU amplíe el paraguas de seguridad. Egipto quiere seguir recibiendo ayuda económica de los norteamericanos".

Moneim Said se refiere a la gratitud saudí por el apoyo militar estadounidense como respuesta a los temores a la histórica amenaza de Irak, pero también de Irán, y al hecho de que Egipto ha recibido 2.100 millones de dólares anuales en ayuda (dos tercios para fines militares) desde los Acuerdos de Camp David, de 1977.

Otra razón para no enemistarse con Estados Unidos es la idea existente entre los países árabes, y alimentada por declaraciones de los halcones del Pentágono, de que podrían ser los siguientes después de Sadam, a no ser que den señales de emprender el cambio democrático. "Al alinearse con Estados Unidos, están comprando tiempo", dice Hisshan Kassem. "Tienen miedo de desafiar a EE UU, y que, entonces, les presionen para introducir reformas que pondrían en peligro su poder o minarían sus minuciosos planes. Por ejemplo, el ministro saudí de Exteriores perdería su puesto vitalicio o Mubarak fracasaría en su plan de que le suceda en la presidencia su hijo".

Todo esto explica por qué a los estadounidenses les ha costado mucho más comprometer la ayuda para la guerra de Turquía, cuyas credenciales democráticas han resultado ser un inconveniente terrible, que la de los regímenes dictatoriales de Arabia. Arabia Saudí, Jordania y los pequeños Estados del Golfo han proporcionado claro apoyo logístico a los norteamericanos; cada uno a su manera, han pasado a formar parte de la coalición aliada. Egipto también, pero de forma más discreta. El Gobierno no ha dicho ni pío en los últimos meses para protestar por los buques militares, cargados de misiles y aviones de guerra, que atraviesan el Canal de Suez. Ni han negado derechos de sobrevuelo y aterrizaje a las fuerzas aéreas británicas y estadounidenses.

Lo que preocupa es: ¿qué ocurrirá el día en el que el hombre de la calle abra los ojos y vea el doble juego que está desarrollándose?

Protestas en El Cairo

Las protestas públicas en El Cairo se producen los viernes, durante la oración, en la mezquita de Al Azhar. La semana pasada, la escena era la siguiente. Mientras fuera se acumulaban una falange de policía detrás de otra, dentro del antiguo edificio unos 3.000 fieles se apiñaban, prometían celosamente sacrificar su sangre por Irak, condenaban airados la perfidia "americano-israelí" y recordaban en tono amenazador al infiel que Alá es el único Dios. Todo ello seguía un guión previsible, y, como hemos visto en repetidas ocasiones con la cuestión palestina, no necesariamente muy peligroso.

Los agentes de servicios de información estatales que se habían mezclado entre la multitud y vigilaban estrechamente a los dirigentes de los Hermanos Musulmanes, una organización cada vez más poderosa, estaban más preocupados por el tono de lamento que tenían las proclamas. "¿Dónde está ahora Saladino?", gritaban los fieles, en un reproche contra la debilidad de los líderes árabes contemporáneos. "¡Mirad a los musulmanes!", gemían, "¡mirad a los musulmanes!".

Había ira y había desafío, pero también había vergüenza. Y es esa sensación de vergüenza, fracaso y desesperación lo que, tal vez más que ninguna otra cosa, impulsa a los árabes a entrar en organizaciones como Al Qaeda. Moneim Said es uno de los que temen que la guerra de Irak pueda hacer que crezcan las filas de los terroristas. "Lo que conduce a la gente al terrorismo es una combinación de factores, y el principal", dice, "es Palestina. La humillación diaria que sufre la virilidad de los musulmanes, y en especial los árabes, es el factor decisivo. Irak contribuye a la mezcla, y, si el conflicto no acaba pronto, habrá más conversos a los atentados suicidas".

Los terroristas saldrían de los sectores islámicos fundamentalistas. La organización más fundamentalista de las que actúan a la luz del día, aunque bajo constante vigilancia del Estado, es los Hermanos Musulmanes. Dia Rashwan es una de sus principales voces intelectuales. No amenaza con acciones terroristas, pero ve que se avecinan peligros. "Es la primera ocupación en el mundo árabe desde el siglo XIX, dejando aparte Israel. Va a haber reacciones emocionales de lo que llamamos la calle árabe".

Hania Sholkamy, una antropóloga que ha enseñado en Oxford, se opone de forma apasionada a la invasión de Irak. También ella teme que lo que están haciendo los estadounidenses, unido a la ira que se cuece desde hace tiempo por la situación de los palestinos y el deterioro del nivel de vida en la región, produzca niveles peligrosos de radicalización política. Aun así, como muchos intelectuales egipcios, confía en que pueda surgir algo positivo de las cenizas de la guerra.

"La gente se aferra a la esperanza de que los norteamericanos, quizá guiados por los británicos -que son mucho más pruden-tes-, hayan pensado en alguna cosa que contribuya a limitar los peligros que nos aguardan. Espero que Estados Unidos tenga un plan. Que aparezcan, como se ha dicho, con un mapa de carreteras para crear un Estado palestino. No estoy muy segura, pero hay optimistas que dicen que tal vez tienen ese plan".

Dichos optimistas, o, mejor dicho, tal vez, ilusos, están presentes en los Gobiernos árabes, desde luego. "Aparte de su ansiedad porque la operación militar acabe lo antes posible y con el menor sufrimiento posible, les preocupa mucho lo que ocurra el día después", dice Moneim Said. "Todos los países de la región harán presión para que se intente seriamente resolver la cuestión palestina. Para ellos es un asunto urgente si es que pretenden disipar la ira de la población".

"Una de las cosas que ha irritado a la gente es lo que consideran doble rasero de los norteamericanos, que persiguen a Sadam al tiempo que se alinean con Sharon y le dejan hacer lo que quiere, pese a saber que no hay duda de que posee armas de destrucción masiva", afirma Bahaa-Eldin.

Un plan de paz verosímil

Por eso los manifestantes de las mezquitas consideran que la guerra de Irak es otra prueba más de la complicidad entre EE UU e Israel. Por eso, todos los árabes que desean limitar las posibilidades de caos están deseando que Estados Unidos ejerza su extraordinaria influencia sobre Israel para promover un plan de paz verosímil en Oriente Próximo.

Rashwan, el hermano musulmán, está convencido de que las acciones norteamericanas antes, durante y después de la guerra van a garantizar unos sentimientos populares exacerbados en el mundo árabe. "El problema es que Israel usará la guerra de Irak para emplear todavía más fuerza contra los palestinos. La ocupación estadounidense de Irak será un reflejo de la ocupación israelí de Palestina, y la verdad es que, con el matrimonio entre Israel y Estados Unidos, tengo pocas esperanzas de que se resuelva el conflicto árabe-israelí de forma justa y pacífica".

Matrimonio, verdaderamente. Pocos hay en el mundo árabe que tengan alguna duda de ello. Puede que los británicos luchen en las guerras junto a los estadounidenses, pero la relación especial más sólida y duradera que tiene EE UU es la que le une a Israel. El que los norteamericanos busquen o no la solución al caso palestino que tan desesperadamente necesitan los Gobiernos árabes, cuando se acabe la guerra, dependerá de que los israelíes estén de acuerdo en que también les conviene a ellos.

Reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la Liga Árabe en El Cairo.AP

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