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Relojes

El juego del baloncesto, como el reloj, es un mecanismo de precisión. Todas sus artes, las individuales y sobre todo las colectivas, requieren esa precisión, un ajuste fino entre las piezas que al final haga mover la aguja hacia delante en el momento justo. Lo demás no sirve, como no te sirve un reloj que adelante o atrase. Este punto, ese latir, es lo que otorga a los equipos la capacidad de convertir su juego en algo efectivo. Y como ocurre con los relojes, las maquinarias pueden ser distintas, los engranajes diferentes, pero al final se rigen por las mismas normas.

Este fin de semana...

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El juego del baloncesto, como el reloj, es un mecanismo de precisión. Todas sus artes, las individuales y sobre todo las colectivas, requieren esa precisión, un ajuste fino entre las piezas que al final haga mover la aguja hacia delante en el momento justo. Lo demás no sirve, como no te sirve un reloj que adelante o atrase. Este punto, ese latir, es lo que otorga a los equipos la capacidad de convertir su juego en algo efectivo. Y como ocurre con los relojes, las maquinarias pueden ser distintas, los engranajes diferentes, pero al final se rigen por las mismas normas.

Este fin de semana se han puesto a prueba cuatro equipos significativos. Pamesa y Madrid se encontraron en Valencia. Estudiantes y Barça lo hicieron en Madrid. Ganaron valencianos y colegiales, aunque mostraron tendencias diferentes. El reloj del Pamesa ha perdido precisión de la misma manera que su pieza más importante, Tomasevic, sobre el que gira todo el mecanismo, ha bajado en su rendimiento. No de manera significativa, pero sí lo suficiente para que el andamiaje no sea lo sólido que durante toda la temporada. Son pequeños detalles, nada especialmente llamativo, pero suficiente para que las cosas se le compliquen. Para un equipo sin grandes estrellas, que basa su potencial en el juego colectivo, necesita que todo concuerde; cuando no lo hace, sufre en demasía.

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Estudiantes, en cambio, vive momentos felices una vez que ha afinado la relación entre sus potenciales. Cuando esto ocurre, cuando las piezas se enganchan de una forma tan natural, Estudiantes se convierte en un equipo temible, contundente, capaz de dar una soberana paliza a todo un Barça en una exhibición que seguramente habrá metido el miedo en el cuerpo al Pamesa, que en unas horas tiene que pasar el mal trago de venir a defender una ventaja exigua en su semifinal europea.

El Madrid, por su parte, se presentó descacharrado y salió algo reconfortado. Saber si es el principio de algo resulta imposible de augurar, pero al menos fue competitivo y si no llega a ser por su imperdonable error de perder un rebote defensivo después de un tiro libre (pecado de imposible justificación) el botín hubiese sido mayor.

El Barça se tomó la tarde libre y no es criticable. Anda con la Final a Cuatro entre ceja y ceja y su liderato doméstico no estaba en juego. Pese a la derrota sigue siendo un reloj fiable aunque curioso. Sufre de arritmias durante el partido, pero al final Bodiroga y compañía siempre acaban poniéndolo en hora. Bueno, casi siempre.

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