Reportaje:

"Tengo paranoia, pienso que me siguen"

Manolo Palop fue puesto en libertad tras un calvario en nombre de insinuaciones de colaborar con Al Qaeda que fueron nada

Manuel Palop ya está en casa, intentando recuperar la normalidad que regía su vida antes de que el viernes día 7 fuera detenido y permaneciera incomunicado hasta que el miércoles declaró en la Audiencia Nacional. "Ha sido una pesadilla, mi vida ha estado en peligro, me han amenazado psicológicamente". Eran las 18.00 de aquel viernes cuando Manolo estaba en la tienda de artículos de pesca, propiedad de su suegro, que él dirige. "Entraron dos hombres tipo armario encapuchados. Pensé que eran dos amigos muy bromistas, y les dije 'qué, ya estáis de coña'. Pero no. Me empujaron contra la par...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Manuel Palop ya está en casa, intentando recuperar la normalidad que regía su vida antes de que el viernes día 7 fuera detenido y permaneciera incomunicado hasta que el miércoles declaró en la Audiencia Nacional. "Ha sido una pesadilla, mi vida ha estado en peligro, me han amenazado psicológicamente". Eran las 18.00 de aquel viernes cuando Manolo estaba en la tienda de artículos de pesca, propiedad de su suegro, que él dirige. "Entraron dos hombres tipo armario encapuchados. Pensé que eran dos amigos muy bromistas, y les dije 'qué, ya estáis de coña'. Pero no. Me empujaron contra la pared, me cachearon, me esposaron y me dijeron 'queda detenido por pertenencia a banda armada'. Intenté decir algo. Me prohibieron hablar". Le llevaron al cuartel de la Guardia Civil de Cullera. Desde allí, lo llevaron a su casa. Le sentaron en una silla contra la pared. Amparo Agut, su mujer, miembro de la ejecutiva del PP en Cullera, estaba en la peluquería, con el tinte puesto, cuando un amigo entró a decirle que dos encapuchados se habían llevado a su marido. "Pensé que habían entrado a robar, que Manolo se habría resistido y que lo habían secuestrado". Tal cual estaba, se dirigió a la tienda y la vio cerrada. "Había un municipal en la puerta. No me decía nada. Fui a coger el coche, y me dijo que no podía. Me estaba volviendo loca, fui a la Guardia Civil y al final me dijeron que podía ir a mi casa". Cuando llegó, todo estaba revuelto. Le dijeron que no podía hablar. Manolo se giró y le dijo: "guapa", entonces "casi me pegan" dice él. "El que parecía jefe fue más cordial. Pero era surrealista. A mi mujer la acompañaban al baño. Ni eso podía hacer sola".

Manolo salió de su casa con una leve idea de lo que ocurría. "Hasta el final no me dejaron leer el auto", explica. Fue trasladado al cuartel de Cullera, después a la tienda, que registraron hasta la 1.40, de ahí a Alicante, "no sé dónde porque iba con los ojos tapados, me metieron en un cajón, decían ellos". De madrugada salieron hacia Madrid. Desde que entró allí en una celda, no le dejaron las gafas, no pudo asearse, ni cambiarse de ropa. "Ni sonarme los mocos", apunta. No pudo casi dormir "la luz siempre estaba encendida", no le dieron la medicina para la angina de pecho que sufrió hace dos años "a pesar de que cuatro médicos lo pidieron", pasó frío, y apenas comió.

"Me amenazaron con que si no admitía los cargos encerrarían a mi mujer", explica sobre cómo se produjo su primera declaración. "Me obsesioné tanto que al volver a la celda oí un llanto y creí que era ella, ¡Dios mío qué sensación! hasta que dos horas después escuché que la llamaban Mariló, María Dolores Cerdà". Le dio todas las vueltas a la cabeza e intentó liberar la tensión con flexiones, abdominales y recorriendo 999 veces el cuarto de cinco metros por dos. "Lo que yo calculé que podían ser tres kilómetros", apunta. Manolo salva del maltrato que recibió al jefe que estaba al cargo. Hubo una segunda declaración, en la que después se ratificó ante el juez. Una hora más tarde salió a la calle, fue a una cafetería y llamó a Amparo. El abogado le trajo a Valencia.

Manolo es amigo de los Cerdà Ibáñez desde hace años. A través de ellos conoció a Federico Tarazona, otro de los detenidos en libertad. "Se equivocan con Enrique", dice. Manolo está en libertad pero no se siente libre. "Tengo paranoia, creo que me siguen y me vigilan". Da las gracias a quienes han estado a su lado, sobre todo "a la nuera de Federico, se llama Pili. Sin conocernos llamó a mi mujer para darle todo su apoyo". Amparo ha sentido la solidaridad de mucha gente, no de otros que han apelado a "prudencia". "Quiero normalidad, quiero despertarme, estar con él, con los míos". Manolo quiere que el trato que él recibió no lo reciba nadie más, quiere ejercer el derecho de explicarse allí donde le apetezca y reclamar lo que sea justo. "Quiero hacer mi vida, con mi mujer... como hemos hecho siempre".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En