Crítica:

Pequeñas diabluras

Olafur Eliasson ha hecho viajar a sus demonios gnómicos -una cuestión de cartografía psíquica- hacia los perfiles dramáticos de una isla, Lanzarote, la isla de los volcanes. Las fotografías que el artista danés (Copenhague, 1967) ha hecho en los parajes que rodean la guarida del Timanfaya para el proyecto Revisitar Canarias. Álbum fotográfico del archipiélago (Actar) son una extraordinaria revivificación de las demarcaciones espectrales de un escenario donde un personaje de Strindberg, o mejor Ibsen, observa fríamente la credulidad de sus iguales, figurantes que son como cráteres de esc...

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Olafur Eliasson ha hecho viajar a sus demonios gnómicos -una cuestión de cartografía psíquica- hacia los perfiles dramáticos de una isla, Lanzarote, la isla de los volcanes. Las fotografías que el artista danés (Copenhague, 1967) ha hecho en los parajes que rodean la guarida del Timanfaya para el proyecto Revisitar Canarias. Álbum fotográfico del archipiélago (Actar) son una extraordinaria revivificación de las demarcaciones espectrales de un escenario donde un personaje de Strindberg, o mejor Ibsen, observa fríamente la credulidad de sus iguales, figurantes que son como cráteres de escorias y lavas que llevan a la mente la idea de erupciones y muertes. Ahora, los gnomos que habitan en las tierras negras, entre flores instantáneas y noches cósmicas, buscan en la estigia negra su barco de vikingo, varado entre los sedimentos heridos de un palacio de cristal, la Nova Hibernia que hoy vence al sublime Mediterráneo.

OLAFUR ELIASSON

'Funcionamiento silencioso'

MNCARS. Palacio de Cristal Parque del Retiro. Madrid

Comisario: Enrique Juncosa Hasta el 19 de mayo

Después de haber capturado la calma achicharrante y los estragos del volcán en Lanzarote, Eliasson elige ahora una estructura arquitectónica frágil, un pabellón invernadero, y allí construye un edén artificial. El Palacio de Cristal del Retiro es ese museo/naturaleza que le sirve de arquitectura teatral para colocar sus máquinas fenomenológicas frente a las que el espectador ha de generar sus propuestas.

El jardín exótico e introvertido de Eliasson es un mundo en miniatura, o el escenario de una película de Tim Burton después de la pesadilla del despegue de una nave espacial. Por el suelo del pulmón biosférico han quedado esparcidas toneladas de lava islandesa cuya superficie porosa ayuda al diálogo de la luz del sol que atraviesa las paredes de cristal. Una cascada fluye continuamente y un balón de fútbol gigante parece haber alunizado por alucinación de un anuncio de ropa deportiva (Just do it!). Dentro de este balón claustrofóbico -que nos parece tan fuera de juego- la luz que envuelve al espectador realza su presencia mientras niega la del objeto. Diferente efecto consigue la pieza Your spiral view (2002), un maravilloso túnel de paredes prismáticas en donde advertimos el yo del artista que todo lo abarca -no se trata de un yo deificado-, pues nos brinda la contemplación de un espejo ante la naturaleza. Un espejo muy activo.

El sueño artificial de Olafur Eliasson, ya sea como contemplación o como ejercicio de voluntad, obliga a interrogarnos sobre la forma en que el ser humano utiliza la naturaleza y cómo ésta permanece ligada al desarrollo de su identidad. Un sueño utópico que se lleva a cabo en nuestra realidad.

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