Crítica:

Estampas recicladas

Por las manos y los talleres de grabado de Joan Barbarà (Barcelona, 1927) y de sus hijos Tristan y Virgili ha pasado una significativa parte del arte español, e incluso europeo de los últimos 50 años: Picasso, Mirò, Tàpies, Jorge Oteiza, Joseph Beuys, Susana Solano, Miquel Barceló y Richard Hamilton, entre otros. Pero junto a este trabajo de servicio Joan Barbarà ha desarrollado siempre una creación pictórica propia que se distingue más por su ajuste técnico que por su contenido, como si el discurso de Barbarà estuviera implícito en el gran conocimiento que tiene de la creación artística de im...

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Por las manos y los talleres de grabado de Joan Barbarà (Barcelona, 1927) y de sus hijos Tristan y Virgili ha pasado una significativa parte del arte español, e incluso europeo de los últimos 50 años: Picasso, Mirò, Tàpies, Jorge Oteiza, Joseph Beuys, Susana Solano, Miquel Barceló y Richard Hamilton, entre otros. Pero junto a este trabajo de servicio Joan Barbarà ha desarrollado siempre una creación pictórica propia que se distingue más por su ajuste técnico que por su contenido, como si el discurso de Barbarà estuviera implícito en el gran conocimiento que tiene de la creación artística de imágenes. La consideración de que en su caso la técnica se encuentra por encima de otros aspectos no desdice su trabajo, ya que la carga filosófica que se deriva de toda obra de arte se encuentra en su manera de organizar sus obras, en el criterio para seleccionar los fragmentos que componen sus collages y en el modo como distribuye su sutil intervención pictórica. En sus cuadros, Barbarà utiliza restos de papeles del taller, con lo que la reverberación de toda una historia artística que él ha palpado impregnan cada una de las piezas que presenta en esta exposición. Por eso, que el tema utilizado sea uno tan convencional como los bodegones es un simple pretexto. Barbarà reagrupa en una nueva creación todo aquello que ya tuvo una vida propia, procediendo a un reciclaje artístico del que sale un nuevo producto depurado. Junto a un único resultado final, cada una de las obras tiene logros parciales que tienen valor en sí mismos. El valor representativo de sus obras se pierde en una segunda lectura para fijar la vista del espectador en los pequeños malabarismos que realiza con el papel y la pintura.

JOAN BARBARÀ

Sala Dalmau

Consell de Cent, 349. Barcelona

Hasta el 5 de abril

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