Cartas al director

Falta de libertad en la Universidad de Barcelona

Tienen razón los nacionalistas cuando dicen que en el País Vasco no hay libertad. Hay 200.000 exiliados, 40.000 amenazados de muerte y los representantes del pueblo apenas se atreven a expresar lo que piensan ante unos vecinos que, aunque lo sientan, temen expresarles su solidaridad. Cuando algunos vascos han recordado que hay exiliados, amenazados y muertos por defender el derecho de los ciudadanos a elegir sus representantes; cuando, además de defender sus puntos de vistas políticos, han defendido su derecho a defenderlos y, con ello, han recordado el abecé de la convivencia democrática: el ...

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Tienen razón los nacionalistas cuando dicen que en el País Vasco no hay libertad. Hay 200.000 exiliados, 40.000 amenazados de muerte y los representantes del pueblo apenas se atreven a expresar lo que piensan ante unos vecinos que, aunque lo sientan, temen expresarles su solidaridad. Cuando algunos vascos han recordado que hay exiliados, amenazados y muertos por defender el derecho de los ciudadanos a elegir sus representantes; cuando, además de defender sus puntos de vistas políticos, han defendido su derecho a defenderlos y, con ello, han recordado el abecé de la convivencia democrática: el compromiso de asegurarnos mutuamente derechos y libertades, han sido acusados de provocadores.

La Universidad de Barcelona, mi Univeridad, que no ha dudado en ofrecer sus aulas para realizar actos públicos a los que se complacen en aquella situación, a quienes defienden la intimidación y comprenden la violencia, ha negado por segunda vez a los perseguidos el derecho a la palabra y un acto de ¡Basta Ya! no ha sido autorizado. Sólo desde la cobardía cívica, desde el miedo que permea la mirada e impide reconocer cómo son las cosas o desde actitudes inerciales que incapacitan para entender los principios realmente comprometidos en la convivencia democrática se puede entender esa actitud.

Pero no hay que olvidar los hechos elementales: quien recomienda el silencio para no provocar o sugiere nombres más llevaderos (veta a los "incómodos"), está concediendo licitud al comportamiento de los gánsteres, quienes son los que finalmente deciden cuándo se sienten provocados, quién y qué les provoca, quién tiene derecho a expresarse, además de ellos, en la Universidad. Cada vez entiende uno más los versos finales del Gaudeamus Igitur: "Vivat et respublica / et qui illam regit / vivat nostra civitas [Viva también la república y quien la gobierna. Viva nuestra ciudad]. Y sobre todo los dos últimos: "Maecenatum caritas / quae nos hic protegit". ["Viva el favor de los mecenas que aquí nos mantiene"].

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