Columna

23 años

El 28 F es la fecha de una resistencia y una conquista. El pueblo andaluz conquistó su autogobierno a fuerza de resistencia frente a quienes querían negarle el derecho a intentarlo, quienes quisieron, por todos los medios, algunos de legitimidad cuando menos cuestionable, que el pueblo andaluz se dijera no a sí mismo, se negara y siguiera acatando los deseos del poder central tal como se le había impuesto siempre. Pero para sorpresa de extraños y desconcierto de muchos propios, los andaluces levantaron la cabeza y se enfrentaron a una pregunta, difícil de entender, pero cuya respuesta, y eso s...

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El 28 F es la fecha de una resistencia y una conquista. El pueblo andaluz conquistó su autogobierno a fuerza de resistencia frente a quienes querían negarle el derecho a intentarlo, quienes quisieron, por todos los medios, algunos de legitimidad cuando menos cuestionable, que el pueblo andaluz se dijera no a sí mismo, se negara y siguiera acatando los deseos del poder central tal como se le había impuesto siempre. Pero para sorpresa de extraños y desconcierto de muchos propios, los andaluces levantaron la cabeza y se enfrentaron a una pregunta, difícil de entender, pero cuya respuesta, y eso sí que estaba claro, era sí. Han pasado 23 años, Andalucía es otra. De aquella en la que nos faltaba lo más elemental, hemos pasado a esta en la que los servicios públicos han alcanzado ese nivel en el que puede producirse la crítica sobre su funcionamiento, y eso es precisamente síntoma de que hemos avanzado y, sobre todo, de que queremos seguir avanzando. Ahora, desde el poder político se nos propone el objetivo de la segunda modernización, a la que algunos aportan su crítica, basada en la negación de la existencia de la primera y, sin embargo, es evidente que fruto del proyecto político desarrollado en los últimos 23 años hay una Andalucía nueva, frente a la Andalucía vieja, dependiente y poco estimulada, superviviente, más que protagonista activa de su destino, que todavía condiciona muchas actitudes y exige muchas decisiones políticas de protección. Son dos realidades, una vieja , la otra consecuencia de lo ocurrido aquí desde que el pueblo andaluz dijo sí a la posibilidad de decidir su propio destino. Como se mantiene en el libro La sociedad andaluza, que acaba de publicar el Instituto de Estudios Sociales de Andalucía, frente a la Andalucía más rural, con niveles educativos más bajos, de más edad, se ha formado en estos años otra, la más joven, con mayor formación y más urbana. Este es el fruto de los primeros veinte años de Autonomía, para los siguientes hay que abrirles paso y dejar que tomen las riendas todos esos jóvenes que están llamados a modernizar definitivamente Andalucía, con el impulso de un proyecto político, que dará tantos más frutos, cuanta más participación social sea capaz de estimular.

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