Crónica:LA CRÓNICA

Chapapote ferroviario

Lo más relevante del chapapote es que no tiene padre ni madre. Llena el mar, llega a la costa. Mancha o se va, pero sin que nadie sepa por qué ocurren así las cosas y, sobre todo, sin que nadie sea responsable de que ocurran. A lo sumo cabe pensar en los hados, el destino o su versión laica: la naturaleza. Y claro ¿cómo se van a pedir responsabilidades a la naturaleza? Aunque en los últimos tiempos se ha conseguido un sustituto posmoderno para lo natural: el fallo informático, contra el que tampoco hay remedio conocido.

La naturaleza es también la responsable de que a los trenes les pas...

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Lo más relevante del chapapote es que no tiene padre ni madre. Llena el mar, llega a la costa. Mancha o se va, pero sin que nadie sepa por qué ocurren así las cosas y, sobre todo, sin que nadie sea responsable de que ocurran. A lo sumo cabe pensar en los hados, el destino o su versión laica: la naturaleza. Y claro ¿cómo se van a pedir responsabilidades a la naturaleza? Aunque en los últimos tiempos se ha conseguido un sustituto posmoderno para lo natural: el fallo informático, contra el que tampoco hay remedio conocido.

La naturaleza es también la responsable de que a los trenes les pasen en España cosas raras: deslizamientos de tierras, caídas de pedruscos o tener el tren de alta velocidad más lento del mundo y parte del extranjero. Ya lo ha dejado escrito Jorge Wagensberg: "Si la naturaleza es la respuesta, ¿cuál era la pregunta?".

La naturaleza es la responsable de que España tenga el tren de alta velocidad más lento del mundo y parte del extranjero

Hay quien hizo el pasado lunes un viaje en AVE hacia la casi nada. Pero, eso sí, un viaje muy instructivo. Sirvió para saber por qué muchas personas prefieren el coche a un transporte público poco de fiar en comodidad y horarios. Lo de menos son las dos horas globales de retraso. Los detalles son más chungos. Casi tan chungos como la fe del anterior jefe del Estado en unos tipos que se decían capaces de hacer funcionar un coche con un motor de agua.

La salida fue a las 8.00 de Barcelona hacia Lleida. Había que estar en la capital del Segrià a las 10.30 horas. De modo que el personal (más de 170 invitados) tuvo que presentarse en la estación de Sants a las 7.30 horas. Tres horas de inversión para recorrer 160 kilómetros. El doble de lo que emplea un coche que respete la velocidad. El tren para ir hasta el AVE era casi nuevo. Renovado. Tenía hilo musical que reproducía piezas de la década de 1960, 1970 y 1980. Poca sinfonía y mucha percusión a un volumen más que alto: insoportable.

"¿Se puede bajar el sonido?", preguntó uno de los afectados.

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Respuesta: "No, porque el sistema informático es muy complejo". Y luego la explicación: "En días normales, los vagones van más llenos y el volumen de las conversaciones neutraliza la música". Claro: si uno no chillaba era casi imposible que los demás le entendieran. Al final, no obstante, resultó que sí, que la música podía apagarse, aunque no bajarse, debido a la informática de marras.

En Lleida los invitados pudieron asistir a una actuación de los Mossos d'Esquadra en directo. Todo un espectáculo. Y muy innovador.

Uno de los agentes decidió que el mejor modo de arrastrar a un manifestante que se había sentado en la vía para que no saliera el tren era agarrándole por las orejas. No lo consiguió, pero debió de hacerle daño porque al verlo llegar, otro de los que protestaba le espetó: "A mí no me hagas nada que soy de Convergència". Todo vuelve: he aquí la posmoderna fórmula del viejo "detente bala", efectiva, a lo que se ve, ante los mossos, quizá menos frente a la Guardia Civil.

Luego llegó lo del AVE. Y las explicaciones de sus responsables: todo va bien, aunque la velocidad de 350 kilómetros por hora queda lejos. De momento, a 200, que no es poco. Pero esto no es un demérito: al contrario: se debe a que España es innovadora en todo, cabeza de la técnica de una Europa que mira arrobada cómo no funcionan las cosas y los trenes llegan tarde. Aunque el día que funcionen, lo copiarán. Para eso está el extranjero, para copiar de España.

Y mientras los demás esperan a copiar, lo trenes acumulan retraso sobre retraso. O, simplemente, se paran durante 45 minutos sin que nadie sepa los motivos. Nótese bien: un tren no pudo el lunes circular por una vía por la que no hay tráfico sin que nadie conozca los motivos. Quizás la naturaleza. Ya lo dijo horas antes Miguel Corsini: "Estamos teniendo un año con un tiempo muy malo". El tiempo, ese gran enemigo de Renfe. Aunque hasta ahora siempre se había rendido a la impuntualidad de los trenes.

Pero también puede ser un problema informático. Como el que impidió que se encendieran las luces de una sala de la estación de Lleida. O cosas aún más raras que pasan en la vida. Felip Puig, sin ir más lejos, descubrió ayer, y así lo afirmó sin tapujo alguno, que la culpa de todo es de los socialistas por no haber hecho el AVE hace 15 años. Le acompañó en la tarea descubridora el diputado José Ignacio Llorens (PP), para quien todo el problema se debe a que los periodistas sólo se fijan en lo que va mal.

Quien no se tomó el asunto a broma fue el alcalde de Barcelona, Joan Clos, que reclamó ayer que alguien le explique de una vez qué problemas tiene la línea del AVE y cómo piensa solucionarlos el Ministerio de Fomento.

Su titular, Francisco Álvarez-Cascos respondió ayer mismo: no hay chapapote. Todo está en orden y el servicio puede empezar "a partir de la segunda semana del próximo mes de marzo". Puede, pero no es seguro, matizó. Y para que quede claro: "El único dato que falta y que se conocerá" pronto es la fecha oficial del inicio de la explotación comercial. Una fecha que "fijará quien corresponda", que tampoco dijo quién es, aunque imaginarse pueda: el que manda, que tampoco hay tantos a quienes Cascos esté dispuesto a obedecer.

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