OPINIÓN DEL LECTOR

Ana y los gays

Doña Ana Botella ha irrumpido en la política como el fatídico Prestige, sin avisar. Eso sí, es menester que, habida cuenta de lo tóxico y perjudicial que ha resultado ser para nuestras costas, el vertido versus marea negra de este petrolero, lo de nuestra primera dama y mujer consorte de nuestro presidente don José María Aznar sea todo un acierto político, y esperemos que, llegado el momento de desempeñar su labor, lo suyo sea toda una lección de ecología política.

De momento, la esposa del presidente del Gobierno y aspirante a la Concejalía de Asuntos Sociales en Madrid s...

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Doña Ana Botella ha irrumpido en la política como el fatídico Prestige, sin avisar. Eso sí, es menester que, habida cuenta de lo tóxico y perjudicial que ha resultado ser para nuestras costas, el vertido versus marea negra de este petrolero, lo de nuestra primera dama y mujer consorte de nuestro presidente don José María Aznar sea todo un acierto político, y esperemos que, llegado el momento de desempeñar su labor, lo suyo sea toda una lección de ecología política.

De momento, la esposa del presidente del Gobierno y aspirante a la Concejalía de Asuntos Sociales en Madrid se ha despachado diciendo, en relación con el asunto de la posible adopción de hijos por parejas homosexuales, que "la adopción por homosexuales no es una cuestión moral, sino científica". No es de extrañar que la mujer de Aznar acepte a pies juntillas el texto que la Santa Sede hará público próximamente a modo de manual, destinado a los católicos que se dediquen a la política, para orientarles sobre cómo posicionarse en temas tan delicados y espinosos como la clonación, el aborto o las uniones homosexuales, incluidas por supuesto las adopciones.

Doña Ana, que es mujer comprometida y sensible, debería abordar con rigor y profundo análisis los nuevos modelos de familia y de cómo han ido cambiando los patrones de familia tradicional, para pasar a los nuevos esquemas familiares homoparentales. Y cabe esperarse de ella, in extremis, que, a través de sus comportamientos y actitudes, empiece a dar ejemplo de tolerancia y respeto por el bien de las cientos de parejas de hecho homosexuales que están implicadas de manera voluntaria en la responsabilidad de educar a sus hijos.

La lucha contra la homofobia y la intolerancia es lo que hay que intentar no perpetuar en esta sociedad del siglo XXI, y no lo digo solamente yo, sino Peter Shleder, presidente de la asamblea parlamentaria del Consejo de Europa, que, con ocasión del Día Internacional de la Tolerancia del pasado 16 de noviembre, dirigió una carta común invitando a los países del Consejo de Europa para que condenen no sólo "de palabra" los comportamientos homófobos. Así, y no ignorando una realidad, evitaremos condenar a otras familias a la desprotección, la negación y la ignominia, cuando no al furibundo ataque.

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