Crítica:

Visita al 'antiloft'

Leo en un papel de color chillón pegado a una farola el siguiente anuncio: "Apartamento ideal para su hijo/hija. ¡¡Desgrave!! General Mitre. Una suite con vestidor y bañera de hidromasaje. Cocina americana completamente equipada con lavavajillas, horno y nevera. Aire acondicionado con bomba de calor. Mucha luz. Muy buena distribución. Pocos gastos de comunidad. A estrenar. 55.000 euros". Al apuntar la cifra se me rompe la punta del lápiz. La manía de la inversión en arte ha pasado a la locura especulativa de los pisos. Pero siempre hay un camino de vuelta. Toni Tàpies ha invertido en un...

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Leo en un papel de color chillón pegado a una farola el siguiente anuncio: "Apartamento ideal para su hijo/hija. ¡¡Desgrave!! General Mitre. Una suite con vestidor y bañera de hidromasaje. Cocina americana completamente equipada con lavavajillas, horno y nevera. Aire acondicionado con bomba de calor. Mucha luz. Muy buena distribución. Pocos gastos de comunidad. A estrenar. 55.000 euros". Al apuntar la cifra se me rompe la punta del lápiz. La manía de la inversión en arte ha pasado a la locura especulativa de los pisos. Pero siempre hay un camino de vuelta. Toni Tàpies ha invertido en un apartamentito para que el constructor Martí Ansón (Mataró, 1967) levante sus cimientos en su galería, en pleno Eixample barcelonés. Pero el piso en cuestión tiene truco. No es apto para los amantes del feng shui porque su distribución es una locura. La casa por la ventana. El visitante ha de entrar por el cuarto de baño y salir a la calle por el pasillo. Nada de suites, ni de bañeras de hidromasaje, ni equipamiento en cocina americana. Y no hablemos de la luz.

MARTÍ ANSÓN

La casa por la ventana L'Apartament Galería Toni Tàpies Edicions T Consell de Cent, 282. Barcelona Hasta el 14 de enero de 2003

El hogar feliz de Martí Ansón es el antiloft: laberíntico, elíptico, una niebla de paredes azules y blancas que entontecen. Ahí dentro uno se siente unificado como objeto de espacio-mazmorra. Un florero, si acaso. Mientras uno camina esperando encontrar la salida, siente la desesperación de que en su viaje no habrá nada auténtico, la persecución de lo trivial.

Ya en la instalación Bon

dia! que presentó hace dos temporadas en la sala Montcada de la fundación la Caixa, Martí Ansón justificó sus propuestas fenomenológicas con un edificante piso que constaba de dos habitaciones idénticas, separadas por un pasillo: cuando el visitante salía de la primera y atravesaba un angosto paso oscuro, esperaba encontrar una estancia diferente. No era así. Era como ver la misma película por segunda vez. El efecto de la reproducción popista.

Al duplicar el original, Martí Ansón nos recuerda que la mayoría de las experiencias humanas en el arte son indirectas (catálogos, fotografías). Por eso, las habitaciones que crea adquieren sentido por el mismo hecho de estar vacíos o de que sus muebles de madera pintada sean, simplemente, trampas para el ojo. Martí Ansón no redecora nada porque es antidecorativo, un artista que se burla de las trivialidades del arte. Un único cuadro pende de la pared, muestra la imagen de Hiroshima antes de que el plutonio la hiciera pedazos.

La visita a este piso apartamento-que además se acompaña de planos y litografías de la planta y la alzada- es una buena inversión, lo que implica que debemos alabar al artista por su capacidad para conferir a su obra las ideas de lo consciente y lo inconsciente, lo equívoco y lo inequívoco, lo real y lo ilusorio. Pero este apartamento, aunque nos pese, tiene un valor intrínseco. El arte no es un ladrillo, ni un jarrón de Ikea. Podemos pactar con los valores, pero no con el dinero.

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