Esculturas como lámparas

Un chispazo encendió una relación que alumbra lámparas de múltiples e imaginativas formas. De hecho, la pareja ha abandonado sus trabajos más alimenticios para dedicarse por completo a concebir instalaciones, esculturas, cajas u objetos relacionados por la luz y por el aliento artístico que los ilumina. Lámparas, al fin y al cabo, pero lámparas con un valor muy añadido, podría decir un publicista.

Juan Carlos Iniesta era director creativo de una agencia de publicidad en su ciudad natal, Madrid. Daniela Muñoz es escultura. Estudió Bellas Artes en Valencia, donde estableció su residencia ...

Un chispazo encendió una relación que alumbra lámparas de múltiples e imaginativas formas. De hecho, la pareja ha abandonado sus trabajos más alimenticios para dedicarse por completo a concebir instalaciones, esculturas, cajas u objetos relacionados por la luz y por el aliento artístico que los ilumina. Lámparas, al fin y al cabo, pero lámparas con un valor muy añadido, podría decir un publicista.

Juan Carlos Iniesta era director creativo de una agencia de publicidad en su ciudad natal, Madrid. Daniela Muñoz es escultura. Estudió Bellas Artes en Valencia, donde estableció su residencia en el barrio del Carmen, procedente de Alicante. Se conocieron con motivo de una edición de la feria de arte contemporáneo Arco, y el chispazo se tradujo en una mudanza. Juan Carlos se trasladó a vivir en Valencia. Ahora es un enamorado del Carmen. Dice que le recuerda la fuerza y el dinamismo que adquirieron barrios bohemios madrileños como La Latina o Chueca, o el Born de Barcelona, tras atravesar previamente por una etapa de grave deterioro de su tejido urbano, social y demográfico.

Daniela asiente. Ella conoce el barrio desde hace años y asegura que las cosas están cambiando, que se están abriendo muchas tiendecitas de ropa y artesanía y locales pequeños regentados por gente joven. De alguna manera se está recuperando el espíritu artesano de un barrio que aún hoy mantiene los nombres de sus calles en referencia a oficios como cerrajeros, cadirers o corregeria.

Daniela y Juan Carlos diseñan sus lámparas en su piso de la calle Tapinería (número 12), convertido en Taller de luces, una luminosa galería de arte y de artesanía, porque ambos conceptos reivindican. Trabajan con las manos, algo que el antiguo publicista asegura que tenía ganas de probar. "Ahora tengo callos", apunta con satisfacción en su casa, rodeado de singulares apliques de estilo pop art, lamparitas de mesa que miran como un divertido ojo o que se elevan con forma de tuerca, lámparas de pie de sinuosas formas, carteles luminosos...

Empezaron siguiendo esa tradición tan arraigada desde los años sesenta en países como Estados Unidos o Alemania, de utilizar materiales de reciclajes para hacer cosas. Arte povera. Al principio fueron cajas de vinos, luego cajas de sardinas, que veían al pasar por la calle de En Trench. Cajas con luz que proyecta sobre las tapas mensajes poperos, conceptuales, irónicos... "No renunciamos al lenguaje de la comunicación", apunta Juan Carlos. Poco a poco fueron perfeccionando su técnica y sus materiales hasta el punto de "poner luz" en cualquier espacio. La experiencia y los contactos de Daniela, que trabaja en la fábrica de iluminación Lucifer, contribuyó a ello. El boca a boca y el corre corre han difundido sus trabajos primero entre los locales nocturnos del barrio del Carme y luego entre los clientes. Ahora han abierto una brecha en Madrid y sobre todo en Barcelona por donde están llegando a más gente. Ya han iluminado dos hoteles y van a empezar con una casa nueva.

Quieren, no obstante, evitar funcionar como una fábrica o una marca. Taller de luces realiza lámparas en función de la personalidad del cliente que la encomienda, y, en cualquier caso, rechazan alumbrar más de 10 o 15 copias de algún brillante modelo.