Entrevista:Calixto Bieito | MÚSICA

"Don Juan es producto de una sociedad enferma"

Llega Don Giovanni al Liceo de Barcelona (se estrena hoy, en cartel hasta el 15 de enero). ¿El Don Giovanni de Mozart/Da Ponte? Unos opinarán que sí, otros que para nada. Todos coincidirán, sin embargo, en que es el Don Giovanni de Calixto Bieito, el director de escena, último enfant terrible de una escena lírica que empieza a haberlas visto de todos los colores.

Bieito ya removió los cimientos de la casa con su Ballo in maschera del año 2000, que causó uno de los escándalos más intensos y refrescantes conocidos en la escena catalana de los últimos año...

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Llega Don Giovanni al Liceo de Barcelona (se estrena hoy, en cartel hasta el 15 de enero). ¿El Don Giovanni de Mozart/Da Ponte? Unos opinarán que sí, otros que para nada. Todos coincidirán, sin embargo, en que es el Don Giovanni de Calixto Bieito, el director de escena, último enfant terrible de una escena lírica que empieza a haberlas visto de todos los colores.

Bieito ya removió los cimientos de la casa con su Ballo in maschera del año 2000, que causó uno de los escándalos más intensos y refrescantes conocidos en la escena catalana de los últimos años. En esta ocasión, el teatro barcelonés se ha curado en salud: es coproductor del espectáculo junto con la English National Opera de Londres y la Ópera de Hannover, pero ha esperado a verlo estrenado en ambas plazas -donde ha provocado aplausos y abucheos y ha cosechado críticas inflamadas, en uno y otro sentido- antes de decidirse a ponerlo en la Rambla. Pero como quiera que la prudencia nunca es bastante, el Liceo ha hecho algo más: sacar el título del abono general. Quien quiera ir a ver el Don Giovanni de Bieto que compre su entrada en un acto de libérrimo albedrío como el del propio seductor. La taquilla va viento en popa: quedan localidades, pero no muchas. "No me molesta que esté fuera de abono, me da igual", comenta Bieito. "Estoy muy contento de que este Don Giovanni llegue por fin a Barcelona".

Pero, ¿qué le pasa a este montaje? ¿Hiere de verdad sensibilidades, como apunta una nota en el púdico programa de la temporada? "Mi intención, desde luego, no es herir a nadie. En todo caso, si hay heridos, el primero soy yo mismo. Don Giovanni es exceso, un grito al público, una sacudida. No habla del género humano, sino de hombres y mujeres concretos. Hay que destruir el mito".

Bieito lo destruye, desde luego. El palacio de Don Juan, que Joseph Losey materializó en la Villa Rotonda de Palladio, en Vicenza, se ha convertido aquí en un bar de diseño -frío como el hielo- en el que un violento sin causa, enganchado a toda suerte de estupefacientes, se carga porque sí al comendador-capo mafioso y lo encierra en el maletero de un coche. Doña Ana es una niña pija en busca de aventuras húmedas. El criado Leporello, un hooligan, sin más ideal que el que encarna su triste equipo de fútbol (el Barça, por más señas). Doña Elvira, una rapera bulímica colgada del chulo de turno. Don Octavio, la encarnación de la mediocridad absoluta ("como Donald Sutherland en Novecento"). Zerlina y Masetto, una pareja de desgraciados de clase baja con serios problemas de violencia doméstica: ella le canta el aria Batti, batti mientras él le propina una paliza de aquí te espero. ¿Definitivamente no hay esperanza?

"A partir del siglo XX, el infierno lo construimos nosotros, no hace falta situarlo en el exterior. No creo ser un director moralista, pero me preocupa el nihilismo, la moral del todo a cien, el negocio despiadado, el consumismo sin sentido [en la Carmen que presentó en Peralada, en 1999, los contrabandistas traficaban con neveras y microondas; la Ópera de cuatro cuartos que presentó en el pasado Festival Grec transcurría en una tómbola de fiesta mayor]".

"La mayoría de versiones, incluida la de Peter Sellars, que me gustó, construyen un Don Juan muy malo rodeado de gente buena. Para mí, este punto de vista es un primer nivel de lectura, pero no llega al fondo de la cuestión. Don Juan no puede ser más que el producto de una sociedad enferma. De alguna manera, no existe: está hecho con lo peor de los demás personajes, es la suma de todos ellos y a la vez el motor de la acción".

¿Cómo casar tanta desespe

ranza con los sublimes momentos de expansión tan presentes en el título mozartiano? "Son mero recuerdo de un mundo que no existe, ni ahora ni en tiempos de Mozart/Da Ponte. El dúo La ci darem la mano es una escapada imposible, como la de Bonnie and Clyde o la de Laura Dern y Nicolas Cage en Algo salvaje. Don Juan se cree alguien porque tiene una pistola y cuatro tarjetas de crédito. En realidad, su propuesta de fuga es una mentira que ni Zerlina ni él se tragan. Igualmente ocurre con la serenta Deh, vieni alla finestra, un sueño de amor que nunca se realizará, una aspiración imposible a la ternura. Por eso hago que Don Juan cante esa aria por teléfono. Y se puede pensar que al otro lado no hay nadie, que está solo, como está sola la gente que habla en la calle por el móvil".

El filósofo Kierkegaard, apasionado estudioso de Don Giovanni, prefería no verlo representado: consideraba cualquier versión una traición a la idea.

"No dejaba de tener razón. Ambientar esta obra en el siglo XVIII o en la actualidad da exactamente igual. Yo no defiendo ni una cosa ni la otra. Lo que yo siento es que para llegar a la piel de los personajes debo despojar a Don Juan del mito, afrontarlo como persona de carne y hueso".

"El clímax está en el sexteto"

HERBERT VON KARAJAN omitía la escena final de Don Giovanni. No le cabía en su visión romántica de la obra. La moraleja del sexteto final, Questo è il fin di chi fa mal, una vez desaparecido el burlador entre vapores sulfurosos, le parecía convención del siglo XVIII, prescripción de una época que él se sentía autorizado a saltarse (y quién, si no, podía hacerlo. A ver).

A Bieito ese sexteto le resulta perfectamente funcional a su concepción dramática. Él no mata a Don Juan tras la escena del banquete -un banquete ante televisor, con cómida y música enlatadas-, sino que lo mantiene vivo hasta el sexteto. Mientras lo cantan, Doña Ana, Doña Elvira, Don Octavio, Zerlina, Masetto y Leporello le van asestando navajazos hasta desangrarlo.

"Yo creo que de este modo devuelvo el equilibrio a la obra. Tras la brutalidad que ha explicado toda la ópera, ese final para mí no es creíble, ni siquiera cuando se escribió. Suena a desencanto profundo de Mozart y Da Ponte, a burla amarga. Nadie puede creerse que una vez muerto Don Juan, la violencia haya desaparecido para siempre de la tierra. De ahí que para mí el clímax no esté en la escena anterior de la estatua, sino en el mismo sexteto. Los personajes son violentos sin motivo, mientras cantan justamente lo contrario. Del mismo modo, nadie se cree que Don Juan se haya acostado con 1.003 mujeres, ni siquiera él mismo, ni por supuesto Leporello. Entonces, ¿a qué viene ese catálogo? Yo creo que a los seres humanos nos gusta que nos cuenten historias que sabemos que no son ciertas. Yo mismo tenía un amigo que siempre me explicaba fanfarronadas. Sabía que eran mentira, pero me encantaba escucharlas. Eso es teatro. Un territorio, acaso el único, donde no hay límites a la creación".

Viva la libertad: el lema de Don Juan.

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