Reportaje:

Los sudores madridistas

Un estudio concluye que los jugadores de Del Bosque pierden de media más de un litro de líquido por hora de ejercicio

Los jugadores del Madrid sudan cuando corren. Como todo el mundo. Unos más y otros menos. De media, corren unos 13 kilómetros por partido. Y sudan algún litro. Esto se sabe no solamente por observación externa o porque la lógica fisiológica indique que, como al correr el cuerpo se calienta, el sudor aparece como elemento refrigerador. Se sabe también porque se ha medido. Los técnicos del equipo blanco saben con exactitud, por ejemplo, que Zidane, el más sudoroso de todos, suda el doble que César, el más seco; también saben que el francés pierde 69 milimoles de sodio por litro de sudor o 9,60 m...

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Los jugadores del Madrid sudan cuando corren. Como todo el mundo. Unos más y otros menos. De media, corren unos 13 kilómetros por partido. Y sudan algún litro. Esto se sabe no solamente por observación externa o porque la lógica fisiológica indique que, como al correr el cuerpo se calienta, el sudor aparece como elemento refrigerador. Se sabe también porque se ha medido. Los técnicos del equipo blanco saben con exactitud, por ejemplo, que Zidane, el más sudoroso de todos, suda el doble que César, el más seco; también saben que el francés pierde 69 milimoles de sodio por litro de sudor o 9,60 milimoles de potasio.

Sudan más en verano, claro, pero en invierno la deshidratación, evitable corolario del sudor, también acecha. Y más en Japón, donde el Madrid se juega el martes la Copa Intercontinental: el país asiático es famoso por su alto índice de humedad, que provoca más sudores.

El francés Zidane, el que más, suda el doble que César, el que menos
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Los técnicos y los médicos del Madrid querían comprobar cuánto sudan los cracks no para satisfacer una curiosidad morbosa, sino porque están convencidos de que el conocimiento de las necesidades individuales de hidratación de cada una de sus estrellas será beneficioso para su rendimiento. En un futuro no muy lejano auguran que una firma especializada fabricará en Estados Unidos a cada jugador una bebida particular con el sabor que más le guste, con el gas que mejor le siente y con las cantidades de electrolitos (sodio, potasio y cloridio) que cada uno necesite. Se acabó la máquina de refrescos.

El 13 de agosto, tórrida tarde madrileña, 32 grados a la sombra, 18% de humedad en su ciudad deportiva, la plantilla del campeón de Europa se sometió a un curioso estudio. Un grupo de científicos, integrado por los británicos Ron Maughan y Susan Shirreffs, , de la universidad de Aberdeen; el norteamericano Jeff Zachwieja, de los laboratorios centrales de la marca aludida, en Barrington (Illinois, Estados Unidos), y Ricardo Mora, de la Universidad de Castilla-La Mancha, pesaron a los 26 jugadores antes de que salieran a entrenarse, a las 18.30. El entrenamiento, que duró hora y media, consistió en un rondo, un par de partidillos de seis contra seis de lado a lado del campo y en varias series de carreras. Durante la práctica, todos los jugadores bebieron agua y una botella de naranja y limón. Todo lo que bebieron y los envases que contenían el líquido también fueron meticulosamente pesados.

Terminado el entrenamiento, volvieron a pesar a los futbolistas. Todos habían perdido bastante peso, una media de 1,230 kilos. El que más, Zidane, dos kilos y medio; el que menos, César, medio kilo. Como media, habían sudado 2,19 litros -luego, habían bebido casi un litro de líquido-, a una velocidad de litro y medio a la hora. "Es una cifra alta, en la que influyó las condiciones del día de la toma de muestras", explica Mora; "si se hubiera hecho un día de invierno, de entre 8 y 10 grados, la pérdida habría sido de la tercera parte, de medio litro por hora".

Además, durante un rato, a siete de los futbolistas -Roberto Carlos, Guti, Cambiasso, Makelele, Zidane, Hierro y Raúl Bravo- les pegaron unos cuantos parches por el cuerpo: en los muslos, los brazos, la espalda y el pecho. Cuando empaparon los parches, se los arrancaron y los centrifugaron. Analizaron el contenido para saber exactamente qué es lo que sudaban, qué es lo que se iba con el agua, que no era otra cosa que sodio (sal) y potasio.

"Una buena rehidratación no se puede conseguir con agua sólo", dice Mora; "al líquido hay que añadirle los electrolitos que se pierden con el sudor. Si no, disminuye la concentración de sodio en el plasma, lo que inicia un proceso diurético, ganas de orinar, lo que conduce a la pérdida del líquido ingerido. Además, si se bebe sólo agua, se inhibe el mecanismo de la sed, con lo que el deportista deja de beber antes de haber cubierto las necesidades. Así que hay que añadir sales al agua, que reducen la pérdida urinaria y mantienen la necesidad de seguir bebiendo".

La deshidratación no es un problema baladí. "En cuanto pierdes un 3% del peso corporal , el rendimiento disminuye", explica Mora; "aunque la deshidratación no tiene tanto efecto sobre la fuerza explosiva como sobre la resistencia. Pero todos sabemos que un futbolista fatigado comete más fallos".

Hay estudios que hablan de un descenso del 5% en la capacidad regateadora y otros que sospechan que un buen futbolista bien hidratado, para lo que debería beber la misma cantidad de líquido que suda más un 50%, no sufre calambres. "Muchos futbolistas no se entregan a tope desde el comienzo por miedo a los calambres", dice Mora; "pero, si se les convence de que bebiendo bien en el descanso los calambres son imposibles, saldrían al ciento por ciento".

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