FÚTBOL | 11ª jornada de Liga

Gaspart juega contra el Barça

Pasa el tiempo y el Barcelona no se mueve, encadenado como está a Figo, símbolo de un traspaso de poderes que no sólo no consigue revertir sino al que sospechosamente se va acomodando. Han pasado ya dos temporadas de la huida del portugués a Chamartín, dos años de las elecciones en el Barça y el Madrid, y, sin embargo, a juzgar por cuanto aconteció el sábado en el Camp Nou, parece como si acabara de ocurrir.

Lejos de serenar a la entidad y darle vuelo, como correspondería al presidente, Gaspart se ha bajado al fondo norte y se ha puesto la zamarra de los Boixos Nois, y al paso se ha dej...

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Pasa el tiempo y el Barcelona no se mueve, encadenado como está a Figo, símbolo de un traspaso de poderes que no sólo no consigue revertir sino al que sospechosamente se va acomodando. Han pasado ya dos temporadas de la huida del portugués a Chamartín, dos años de las elecciones en el Barça y el Madrid, y, sin embargo, a juzgar por cuanto aconteció el sábado en el Camp Nou, parece como si acabara de ocurrir.

Lejos de serenar a la entidad y darle vuelo, como correspondería al presidente, Gaspart se ha bajado al fondo norte y se ha puesto la zamarra de los Boixos Nois, y al paso se ha dejado caer cuando ha podido en los actos de la sociedad civil para darle contenido a un victimismo muy al uso por estos pagos. Aprovechando la complicidad de Florentino Pérez con la administración municipal, autonómica y central, el Barcelona ha recuperado su complejo de inferioridad respecto al Madrid, como diciendo, que así no se vale, que no hay derecho, que no jugamos.

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Los guiños que tiene el fútbol, sin embargo, deparan sorpresas y conceden oportunidades hasta a los más pequeños, y el Barcelona no supo aprovechar la que le concedió el Madrid. El equipo blanco llegó al Camp Nou despojado de la universalidad y grandeza de la que presume, víctima de su propia mercadotecnia, a merced de una tunda futbolística que habría revalorizado el papel del Barça en el campeonato y en los corrillos financieros, políticos y sociales. Ocurrió, sin embargo, que el Madrid no sólo salió ileso sino que se retiró de la cancha como el héroe que sobrevive a la peor de las batallas.

No extrañan consecuentemente las declaraciones inteligentes desde el bando madridista, tomadas en el otro equipo como propias de un perdonavidas y también de un provocador. El discurso azulgrana fue un rabioso canto a la impotencia. Impotencia contra el Madrid por no poder abatirle; impotencia contra Van Gaal por rajarse justamente el único día en que había consenso en ir al ataque; impotencia contra el árbitro por negarle un gol legal; impotencia contra Gaspart, incapaz de estar a la altura que se supone a un presidente del FC Barcelona.

Había un caldo de cultivo en la grada que amenazaba con descargar de manera virulenta sobre el primero que se pusiera a tiro. Y Figo, el traidor a la causa culé, se ofreció como el blanco contra el que los barcelonistas pudieran expresar unánimemente la frustración acumulada sin reparar en que perjudicaban a su propio equipo, lanzado a por el triunfo. Tanto más que sorprendente, la reacción del fondo norte fue esquizofrénica, desmesurada y reprobable desde la tribuna hasta los laterales pasando por el gol sur, desde donde Figo había botado los saques de esquina sin interrupción.

Pese a que el partido había estado siempre enchufado a la corriente, la directiva tenía una salida fácil al conflicto. Le bastaba con rebajar el suceso, descontextualizarlo, delimitar responsabilidades, darle voz incluso a uno de sus profesionales y excusarse no sólo con el Madrid sino ante sus propios socios. Gaspart, en cambio, encontró la leña a punto para reemprender su discurso incendiario y agrandar la distancia entre uno y otro club. Justo cuando se precisaba al bombero, apareció el pirómano, que convirtió el incendio del fondo norte en una hoguera y el Camp Nou en un escenario irrespirable.

La actuación del presidente desmerece a su propio equipo, que se batió con nobleza, y ruboriza al aficionado, que ya no sabe que pensar de Gaspart, igual de irresponsable en un estudio de TV-3, donde hace poco dijo ser víctima de una encerrona, que en el palco del Camp Nou. Desde hace un tiempo, el Barça se va degradando de manera sobrecogedora por culpa de la junta, incapaz de asumir su responsabilidad. Para una entidad que durante cien años siempre tuvo respuestas a los problemas, no saber sobreponerse a la marcha de Figo es un síntoma de rendición, propio por otra parte de gente que vive del chantaje sentimental y el oportunismo, incapaz no ya de darle grandeza al club sino siquiera de respetar sus señas de identidad.

Por la misma regla de tres que Gaspart dice que los que atacaron a Figo son una minoría, igualmente la directiva sólo se representa a sí misma con actuaciones como la del sábado, que si a alguien reforzó fue a Figo y al Madrid. El barcelonismo no tiene nada que ver con ese Gaspart, que de seguir en esta línea acabará siendo víctima de la propia pira en que ha convertido el Camp Nou. Gaspart juega contra el Barça.

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