Columna

Derechos

Una de las grandes ventajas de celebrar elecciones es que siempre puede caerte algo, incluso bueno, venga de donde venga. Como fruto de la ofensiva precampaña y anti-PSOE perpetrada por el Gobierno, los guardias civiles homosexuales han sido favorecidos por un estratégico gesto llevado a cabo por el director general del Cuerpo, en colaboración con Acebes el Magnánimo. Perfecto: a por una total y plena normalización. De que aquí a las elecciones generales puede conseguirse. Y debería darle tiempo a Ana Botella para escribir otro libro. Lo suyo no tiene color, comparado con lo de su rival social...

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Una de las grandes ventajas de celebrar elecciones es que siempre puede caerte algo, incluso bueno, venga de donde venga. Como fruto de la ofensiva precampaña y anti-PSOE perpetrada por el Gobierno, los guardias civiles homosexuales han sido favorecidos por un estratégico gesto llevado a cabo por el director general del Cuerpo, en colaboración con Acebes el Magnánimo. Perfecto: a por una total y plena normalización. De que aquí a las elecciones generales puede conseguirse. Y debería darle tiempo a Ana Botella para escribir otro libro. Lo suyo no tiene color, comparado con lo de su rival socialista: Sonsoles Espinosa (con quien está casado Rodríguez Zapatero) canta clásico, nada menos que en el Real, ¡y con su propia voz!

Pero a lo que iba. En un país con elecciones en el horizonte, una institución tan suya como la Benemérita le acaba de dar sopas con honda al Vaticano en materia de derechos humanos de los homosexuales. Según el diario italiano La Repubblica, las eminencias morales del dicho Estado teocrático (toma ya, islam) están preparando un documento o instrucción que permitirá vetar el sacerdocio a los gay. Dirán ustedes que esto no resulta una novedad. Están en su razón. Sin embargo, lo que sí parece entretenido del reglamento en ciernes es su pretensión de estudiar previamente el género, examinando los ambientes de procedencia y el ambiente familiar: diagnóstico precoz del doctor Rosado.

Semejante propuesta requiere algo más que santas intenciones. Precisa de un buen servicio de espionaje, y de agentes insobornables (deberían ponerles antes la epidural, por si acaso), dispuestos a infiltrarse valientemente en los bares y barrios gay, olfateando la posibilidad de que en ellos crezca la doble flor del mal de una loca vocación sacerdotal. El ambiente familiar también ofrece muchos alicientes. Curas camuflados de vendedora de pescado, preguntándole a mamá: '¿Y qué, reina, qué tal el niño? ¿Qué prefiere para jugar? ¿Peluca Rizosbel o fusil Kaláshnikov?'. Espero que no olviden los registros domiciliarios: ¡a por los discos de Barbra Streisand!

No le iría mal a la Iglesia un poco del humano amor que va a entrar en las casas cuartel.

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