OPINIÓN DEL LECTOR

La estampida tecnológica

Piensas: 'Tengo suerte'. Descuelgas el teléfono y relees el mensaje recibido. El nombre de una operadora aparece al principio informando de la tarifa. ¿A propósito o por obligación? No sé, pero confunde. Marcas el 906 indicado. La llamada se enruta a su destino y escuchas el mensaje de espera. El vicio profesional te hace imaginar el tratamiento de la llamada en la centralita local.

Por la cabeza aparecen flujogramas alternativos de llamadas, para mejorar en el que en estos momentos estás atrapado sin opción a salir a no ser que cuelgues. Un mensaje se repite continuamente. El tiempo, d...

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Piensas: 'Tengo suerte'. Descuelgas el teléfono y relees el mensaje recibido. El nombre de una operadora aparece al principio informando de la tarifa. ¿A propósito o por obligación? No sé, pero confunde. Marcas el 906 indicado. La llamada se enruta a su destino y escuchas el mensaje de espera. El vicio profesional te hace imaginar el tratamiento de la llamada en la centralita local.

Por la cabeza aparecen flujogramas alternativos de llamadas, para mejorar en el que en estos momentos estás atrapado sin opción a salir a no ser que cuelgues. Un mensaje se repite continuamente. El tiempo, de la mano del tarificador, sigue su curso sin despegarse.

A los cinco minutos (749 pesetas de antes), una señorita, con voz pausada, te comenta, tras la introducción amable que le haces, que se trata de un estudio de mercado y que debe hacerte cuatro preguntas. Respondes de gratitud, ya que el premio se lo merece. Justo cuando vuelves a creer en las buenas personas y en tu suerte, te deja en espera. Ya no hay mensajes repetitivos, ni música, ni nada. La cara de haba se te pone cuando revisas el tiempo, que, traducido, queda a 1.498 pesetas.

Ya lo canta Estopa: '... si sigo jugando, palmo; si me planto, soy un mierda...'. No conoces a nadie de la empresa que te atiende, pero empiezas a acordarte de todo su primer nivel de consanguinidad.

En un gesto de educación, moderas la voz cuando la chica vuelve a capturar tu llamada para decirte que pasa a recoger tus datos para hacerte llegar el ansiado teléfono.

Comienza a tomar la dirección cuando justo con tu número de teléfono (¿no lo tenían?) se oye un ruido, y se corta.

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Es el minuto 20, y el tarificador cierra el saco con 3.000 pesetas tuyas.

Se te quema la sangre.

Piensas en la pasta que acabas de regalar a unos auténticos estafadores tecnológicos, impunes a la ley, ya que ningún organismo vigila el abuso de los números 906. Y si existiera, deberían darle más publicidad.

Números rápidos: dos llamadas a la hora, de 20 minutos al día, son en ocho horas 48.000 pesetas al día. ¿20 días laborables? Suman 960.000 pesetas al mes. Asumo que un 906 es para ganar mucho dinero. Pero de ahí al abuso y al engaño...

Creo que no es una línea tan fina como para que los órganos reguladores no actúen a favor del consumidor estafado.

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