HOMENAJE A RODRÍGUEZ ALBERT

Un creador mediterráneo

La suma de varios esfuerzos locales y nacionales ha cuajado en un brillante, entrañable y sobre todo útil homenaje a un músico importante de la tierra: Rafael Rodríguez Albert (Alicante, 1902-Madrid, 1979), un maestro de humanidades y de pentagramas, carácter paciente y afable e inteligencia aguda. Todo ello se transmite a su obra artística, pues parece indiscutible que tras cada composición palpite el talante y la contextura de su autor.

Rafael tenía dones para la música, esto es, genio, que no pocas veces se tocaba de ingenio y adquirió pronto largos saberes de los que no por humilde ...

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La suma de varios esfuerzos locales y nacionales ha cuajado en un brillante, entrañable y sobre todo útil homenaje a un músico importante de la tierra: Rafael Rodríguez Albert (Alicante, 1902-Madrid, 1979), un maestro de humanidades y de pentagramas, carácter paciente y afable e inteligencia aguda. Todo ello se transmite a su obra artística, pues parece indiscutible que tras cada composición palpite el talante y la contextura de su autor.

Rafael tenía dones para la música, esto es, genio, que no pocas veces se tocaba de ingenio y adquirió pronto largos saberes de los que no por humilde era menos consciente. Para demostrarlo, ahí está el legado de su invención, objetiva o ricamente evocadora. Hombre del 27, sintió su vocación y su artesanado musical como una poética abierta que podía conectar íntimamente con la poesía de Miró o los versos de García Lorca o Garciasol, o bien respirar directamente los húmedos aires del Mediterráneo.

Parte importante de cuanto escribió Rodríguez Albert pertenece al género de cámara representado en la jornada alicantina del viernes 27 por dos quintetos: el de clarinete, premio Samuel Ros 1954, y el de piano, en estilo concertante encargo de la Decena de Toledo, 1971. Ante una audiencia que colmó la sala del casino, ambas obras obtuvieron versiones primorosas por parte de muy ilustres solistas nacionales: el pianista Sebastián Mariné, el clarinetista Rafael Albert, los violinistas Víctor Martín y Manuel Guillén, el viola Emilio Mateu y el chelista Ángel Luis Quintana. Refinadamente castizo, por espíritu más que por dato tradicional, el uno, y de traza libremente tonal y formas precisas el otro, los dos quintetos rivalizan en belleza y abonan la categoría del compositor ensalzada con acierto por el profesor José María Vives en la iniciación del acto. Hubo muchas ovaciones para todos que las recogieron en unión de Beatriz Rodríguez, la hija del músico. Las ediciones de discos y partituras darán la mejor continuidad al homenaje: la escucha de su música.

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