Columna

Invisible

Aznar ha regalado a su sucesor un sueño universal de la infancia: el de ser invisible para ver cómo se desnuda la vecina (en este caso, cómo se desnuda el cuerpo electoral). Los niños y los políticos (aunque no todos, por fortuna) asocian invisibilidad a impunidad. El hombre invisible del PP vigila, pues, impunemente al cuerpo electoral y se excita viéndole entrar o salir de la ducha. Al tiempo de excitarse, estudia sus reacciones ante acontecimientos como el enlace Agag-Aznar (perdón por la cacofonía), cuya celebración coincidió, por cierto, con un aumento alarmante de la delincuencia, y cont...

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Aznar ha regalado a su sucesor un sueño universal de la infancia: el de ser invisible para ver cómo se desnuda la vecina (en este caso, cómo se desnuda el cuerpo electoral). Los niños y los políticos (aunque no todos, por fortuna) asocian invisibilidad a impunidad. El hombre invisible del PP vigila, pues, impunemente al cuerpo electoral y se excita viéndole entrar o salir de la ducha. Al tiempo de excitarse, estudia sus reacciones ante acontecimientos como el enlace Agag-Aznar (perdón por la cacofonía), cuya celebración coincidió, por cierto, con un aumento alarmante de la delincuencia, y controla la tensión sanguínea de las encuestas frente a la grosería verbal de los primeros mítines. Se esconde, en fin, detrás de cada uno de nosotros y nos sube la falda o el recibo de la luz, o nos pellizca el culo para medir nuestra paciencia.

Entre tanto, ahí está Rodríguez Zapatero, en el centro del ring. No tiene una izquierda demoledora desde luego (¿quién la tiene?), pero podría ganar a los puntos en un combate limpio. Quizá Aznar le ha puesto un adversario incorpóreo para que se desgaste dando golpes al aire. No es la primera vez que utiliza ese truco: él mismo fue invisible hasta que la situación se adaptó a su tamaño. Es cierto que la invisibilidad deja secuelas psíquicas, pero una vez en Moncloa puedes desquitarte de mil modos. Aznar no ha hecho otra cosa que vengarse de aquella época: vean, si no, los reportajes de la 'boda del siglo', o la fotografía en la que sus pies hablan de tú a tú con los de Bush sobre una mesa de café. Pero si lo que te molesta es tu insignificancia intelectual, pueden convertirte en un experto en Cernuda con sólo chasquear los dedos. No hay límites.

Ahora bien, segundas partes nunca fueron buenas. Hoy sabemos que la invisibilidad del candidato forma parte de un plan, de modo que cuando el sucesor se manifieste y conozcamos su cara, quizá no podamos soportar la idea de que nos haya visto desnudos. Imaginen, por poner un ejemplo cruel, que el mirón sea Cascos. ¿No les da horror imaginar la mirada de ese hombre al otro lado del ojo de la cerradura, estudiándonos detenidamente para hacer un programa electoral adaptado a nuestro lado más mezquino?

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