Columna

Era su hembra

Recientemente ha muerto una mujer víctima de las agresiones de su pareja. Sin embargo, el juez no ha contabilizado su defunción como consecuencia de la violencia de género: expirar semanas después de la cuchillada en la yugular o del ácido en el cráneo entraña una pérdida de patetismo y expectativas. Sutilmente, se desprecia al aprendiz de verdugo, tanto como a su impericia, lo que no deja de ser una forma de castigo y corrección. En manos de una afición tan intemperante, el crimen se distancia de las bellas artes, para dar en espectáculo ordinario y degradante.

Y es que algunos jueces ...

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Recientemente ha muerto una mujer víctima de las agresiones de su pareja. Sin embargo, el juez no ha contabilizado su defunción como consecuencia de la violencia de género: expirar semanas después de la cuchillada en la yugular o del ácido en el cráneo entraña una pérdida de patetismo y expectativas. Sutilmente, se desprecia al aprendiz de verdugo, tanto como a su impericia, lo que no deja de ser una forma de castigo y corrección. En manos de una afición tan intemperante, el crimen se distancia de las bellas artes, para dar en espectáculo ordinario y degradante.

Y es que algunos jueces llevan un poeta entre la toga y el esternón. Y cuando se producen acontecimientos así, siempre tienen la esperanza de encontrarse con un hombre que mire tan ávidamente el día, como aquel personaje de Oscar Wilde. A estos jueces ni se les ocurre proferir citas solemnes, como dura lex, sed lex; prefieren murmurar: todos los hombres matan lo que aman, con una mirada amarga, con una palabra lisonjera, el cobarde lo hace con un beso, el valiente con una espada. Y puede que hasta musiten líricamente: la mató porque era su hembra.

La violencia doméstica es, junto con los accidentes laborales, una de las causas de mayor mortalidad anual. Es un terrorismo inorgánico, pero tan intolerable como cualquier otro; como lo es la precariedad, el descuido, el incumplimiento empresarial de la legislación vigente, en lo que se refiere a los accidentes fatales, en el tajo. Y, sin embargo, cuánta negligencia a la hora de proceder, cuanta apatía e irresponsabilidad en quienes deberían observar el más preciso cumplimiento de la norma. En este país no sólo la razón sino la sinrazón produce más que monstruos, tipos con la cabeza oculta en su escritorio o en su retrete.

Muy certero el magistrado Joaquín Delgado, que ha definido un panorama aterrador: después de que la mujer haya sufrido vejaciones y heridas, 'el propio sistema penal maltrata a la víctima'. La solución nos la facilita él mismo: 'Nuestra legislación es buena, pero se aplica mal'. ¿A qué esperamos?

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