EL DEFENSOR DEL LECTOR

América, ¿desorbitada?

¿Están ustedes ligeramente hartos del 11 de septiembre o, incluso, han llegado a sentirse víctimas de una inundación de letra impresa?

La pregunta no es retórica. Trata de escudriñar en una realidad sobre la que se ha debatido en el propio país afectado. El pasado miércoles, justo en el aniversario de la catástrofe, se publicó una amplia crónica de Javier del Pino, desde Washington, en la que daba cuenta de la reflexión 'sobre sus propios excesos' en las grandes cadenas norteamericanas de televisión.

El cuándo está fatídicamente anotado desde hace un año. La discusión, doc...

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¿Están ustedes ligeramente hartos del 11 de septiembre o, incluso, han llegado a sentirse víctimas de una inundación de letra impresa?

La pregunta no es retórica. Trata de escudriñar en una realidad sobre la que se ha debatido en el propio país afectado. El pasado miércoles, justo en el aniversario de la catástrofe, se publicó una amplia crónica de Javier del Pino, desde Washington, en la que daba cuenta de la reflexión 'sobre sus propios excesos' en las grandes cadenas norteamericanas de televisión.

El cuándo está fatídicamente anotado desde hace un año. La discusión, doce meses después, ha sido sobre el cuánto.

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En la misma crónica se apuntaban dos o tres explicaciones muy interesantes: 'No queremos que nadie diga que otros hicieron más que nosotros', aseguraba un ejecutivo de la Fox. Dan Rather, presentador estrella de la CBS, confesó en un debate universitario: 'Dijimos que a partir de entonces seríamos más serios, que nos ocuparíamos más de la información internacional y nos alejaríamos del morbo, pero hemos vuelto', y Javier del Pino recogía, también, la opinión escéptica y crítica de Robert Thompson, profesor de la Universidad de Siracusa: 'Las televisiones no van a ofrecer nada de información: van a presentar de manera ritual lo que ya sabemos'.

No consta que algo parecido haya ocurrido entre nosotros, a tanta distancia, en muchos sentidos, de la tragedia. La verdad es que el debate tampoco ha servido allí para nada, porque una de las características, al parecer universal, de esta profesión es su encomiable capacidad para deliberar públicamente sobre sus posibles errores, sin que apenas se deriven consecuencias.

Aquí no hablamos de televisión, sino de periódicos; de este periódico. Hasta hoy, domingo, y desde el día 1 de septiembre, bajo el cintillo 11-S, un año después, se han publicado 62 páginas de información en la sección de Internacional. Añádanse 24 páginas del suplemento especial que se incluyó el día 11, cinco en el suplemento Domingo de hoy, más dos docenas de tribunas de opinión dedicadas a glosar el asunto y un casi monográfico del suplemento semanal EP, del pasado domingo.

El Defensor no plantea esta cuestión en tono de crítica, sino de deliberación. La cuestión de fondo sería ésta: ¿la avalancha de páginas se debe al valor informativo del acontecimiento o, como afirmó el profesor Thompson, simplemente, a su supuesto atractivo mediático?

Es indudable que a lo largo de quince días se han publicado textos con contenido informativo, pero también parece claro que hay una inflación inevitable para mantener durante tanto tiempo tantas páginas dedicadas a glosar un acontecimiento ocurrido hace un año... algo más que una eternidad para un periódico, si se aplica el recuento a la información habitual.

Howard Kurt, en The Washington Post, se preguntó, ante la avalancha informativa que se avecinaba, aunque refiriéndose a la televisión: ¿cuánto es demasiado? Lo cierto es que no hay respuesta. Sólo un estudio meticuloso entre los lectores del periódico podría aproximarnos a una contestación con cierto rigor.

América como símbolo

Lo que sí se sabe con certeza es que el título de primera página, del pasado jueves día 12, América no olvida, no ha gustado a algunos lectores. Incluso, por teléfono, el Defensor ha tenido que capear con alguna reacción airada. Ya ocurrió el 12 de septiembre del año pasado cuando, con un tamaño de letra excepcionalmente grande para los usos de este periódico, se tituló América, atacada.

El razonamiento de las protestas es siempre el mismo: Estados Unidos no es más que una parte de América y, sobre todo, los españoles no deberíamos identificar la parte -por muy poderosa que sea- con la totalidad del continente.

El Defensor ha explicado a algunos lectores, por teléfono, que varios periódicos europeos de calidad han recurrido, entonces y ahora, a la misma fórmula y han escrito América en sus titulares más destacados para informar del 11-S.

Por supuesto que el ejemplo no les ha servido para cambiar de opinión, y el Defensor ha optado por pedirle al director del periódico, Jesús Ceberio, los argumentos para una decisión que, sin duda, no se debe ni a la improvisación ni al descuido.

'Optamos por escribir América y no Estados Unidos, en un intento de trasladar a los lectores el punto de vista de los agredidos, el sentimiento con el que se vive en Norteamérica la excepcionalidad del acontecimiento'.

'El periódico, en su primera página, utiliza habitualmente titulares estrictamente informativos y rara vez se aparta de esa norma, pero en esta ocasión, como hace un año, se quiso romper con ella para destacar lo extraodinario del asunto' y, añade Ceberio, 'decidimos recurrir a un título simbólico y sintetizar ese símbolo en la denominación que los propios estadounidenses utilizan para referirse a su país; quisimos, sabiendo que la decisión es discutible, utilizar como alegoría de la catástrofe el nombre con el que las víctimas se refieren a su nación, con toda la carga emocional desde el histórico ¡Dios salve a América! Quisimos, también, trasladar el sentido de uno de los carteles que ha resultado emblemático estos días en Estados Unidos y, concretamente, en la llamada zona cero, con el 'nunca olvidaremos', como homenaje a las víctimas. En ninguna otra ocasión, salvo por error, el periódico escribe América, a secas, para referirse a Estados Unidos'.

Probablemente la explicación no satisfaga a todos, pero en el diálogo que el periódico debe mantener con sus lectores, parece saludable que se conozca el porqué de decisiones que suscitan controversia.

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonearle al número 91 337 78 36.

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