Columna

Inseguridad

¡Ha sido tanto lo que hemos oído y leído sobre la inseguridad ciudadana en lo que va de mes! Los sucesos, las quejas, las peticiones de ayuda policial y las historias de las personas que aprovecharon la situación para contar el susto, el atraco o el robo que sufrieron en otro momento, que el problema ya no es sólo conservar la fuente de ingresos del turismo y que el miedo y las agencias de viajes pueden dirigir hacia otro lugar, sino también la cantidad de policías que necesitaríamos patrullando día y noche para acallar la protesta y gozar de una verdadera tranquilidad. Además, también acabarí...

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¡Ha sido tanto lo que hemos oído y leído sobre la inseguridad ciudadana en lo que va de mes! Los sucesos, las quejas, las peticiones de ayuda policial y las historias de las personas que aprovecharon la situación para contar el susto, el atraco o el robo que sufrieron en otro momento, que el problema ya no es sólo conservar la fuente de ingresos del turismo y que el miedo y las agencias de viajes pueden dirigir hacia otro lugar, sino también la cantidad de policías que necesitaríamos patrullando día y noche para acallar la protesta y gozar de una verdadera tranquilidad. Además, también acabaríamos quejándonos desde esa tranquilidad, porque una gran represión de la delincuencia acaba siendo incontrolable y al tercer abuso represivo lo consideraríamos a su vez violencia y de nuevo pondríamos el grito en el cielo como si fuera un hecho insólito y nosotros todos inocentes.

Vivir en sociedad nunca ha sido fácil; demanda un equilibrio entre la violencia o la delincuencia y su aparato represor policial. Como en casi todo, lo perfecto siempre es el equilibrio; sin embargo, siendo conscientes de que hemos llegado a unos límites de conocimientos y de medios como para ser capaces de evitar muchos riesgos, se nos hace cuesta arriba admitir cualquier inseguridad y queremos evitarla, hacerla desaparecer por completo e inmediatamente. Si no fuera por lo latoso que es poner una denuncia y porque no tenemos mucha fe en su eficacia, las comisarías estarían abarrotadas de denunciantes.

La vida es muy protagonista entre los valores actuales; para ella se han aplicado muchos recursos de las nuevas técnicas, para conservarla llena de comodidades y de felicidad. Por eso creo que se nos olvidan algunas realidades menos novedosas que pueden dar motivo para las quejas que han tenido lugar, como por ejemplo el problema que tienen las grandes ciudades de albergar zonas deprimidas dejadas de la mano de Dios y de la de los hombres, donde precisamente se genera mucha inseguridad y violencia. Como no es nada nuevo me imagino que debe estar bien estudiado por personas idóneas pero que debe ser terriblemente difícil de solucionar.

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