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Bastantes de las instantáneas de la ocupación de la isla Perejil transmitidas por la agencia Associated Press y publicadas en diarios de medio mundo durante la crisis hispano-marroquí eran de Ramón Espinosa, un periodista gráfico valenciano cuya mirada solvente, tranquila y profesional no ha impedido que un puñado de comentaristas se deslizasen por el tobogán de la demagogia en cuanto vieron la bandera ondeando contra otro país. Algunos columnistas de la prensa gubernamental, con un velo de colores rojo y gualda en los ojos, se han apuntado a un patriotismo decimonónico y fanfarrón. El conflic...

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Bastantes de las instantáneas de la ocupación de la isla Perejil transmitidas por la agencia Associated Press y publicadas en diarios de medio mundo durante la crisis hispano-marroquí eran de Ramón Espinosa, un periodista gráfico valenciano cuya mirada solvente, tranquila y profesional no ha impedido que un puñado de comentaristas se deslizasen por el tobogán de la demagogia en cuanto vieron la bandera ondeando contra otro país. Algunos columnistas de la prensa gubernamental, con un velo de colores rojo y gualda en los ojos, se han apuntado a un patriotismo decimonónico y fanfarrón. El conflicto diplomático, de modales demasiado cuartelarios, ha concitado el aliento de un monstruo estremecedor. Un monstruo como ese que amplían otras fotografías y que destroza la masa verde del interior. En las comarcas de Els Ports, El Maestrat y L'Alcalatén ha hecho estragos la Lymantria dispar, una oruga conocida como 'lagarta peluda' cuyos ejércitos de pesadilla devoran literalmente los carrascales y los convierten en espectros de una catástrofe irreal. Estos días de finales de julio, los bosques de encinas en los que ha hecho presa la plaga, víctimas de la defoliación, parecen haber sido pasto de un fuego cuyas volutas han quedado en el aire convertidas en nubes inquietantes de mariposas grises, resultado de la mutación que experimenta el depredador del paisaje de un verano desolador. Ajena al drama, flojea esa otra plaga anual que alimenta la industria turística. De ahí proceden imágenes insólitas de tumbonas vacías, piscinas a medio gas y playas donde se aclara la masa de anatomías acumuladas junto al mar. Hay que ser comprensivos, ya no con la preocupación lógica del sector, sino con la desazón de una derecha gobernante herida en su identidad que atraviesa, además, un trance de incertidumbre con un relevo interino en la Generalitat. El álbum estival, afortunadamente, no se olvida de los cuerpos que vibran en tanto festival: Pirineos Sur, la Mar de Músicas, Isladecanta, FIB... Al amparo del pop alternativo, el reggae, el rock independiente o el ritmo tradicional, la vida sigue en el Valle de Tena, en Cartagena, en Calvià o en Benicàssim, un año más.

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