Crítica:CRÍTICAS

Héroes patosos

Nacidos para la televisión en los sesenta, creación de los estudios Hanna-Barbera, el cuarteto de detectives mitad patosos, mitad descerebrados, con la inestimable ayuda de un perro que es como la suma de la torpeza del resto, hicieron las delicias -seamos magnánimos por una vez- de un par de generaciones de niños, hasta caer en el olvido. Ahora helos aquí reconvertidos en gancho para plateas infantiles, en un filme que alterna las imágenes reales y la animación digital con una escenografía que remite a la psicodelia de los sesenta, a la imaginación macabra contemporánea, con guiños al cine de...

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Nacidos para la televisión en los sesenta, creación de los estudios Hanna-Barbera, el cuarteto de detectives mitad patosos, mitad descerebrados, con la inestimable ayuda de un perro que es como la suma de la torpeza del resto, hicieron las delicias -seamos magnánimos por una vez- de un par de generaciones de niños, hasta caer en el olvido. Ahora helos aquí reconvertidos en gancho para plateas infantiles, en un filme que alterna las imágenes reales y la animación digital con una escenografía que remite a la psicodelia de los sesenta, a la imaginación macabra contemporánea, con guiños al cine de Tim Burton -los menos-, o Los cazafantasmas, pero también a productos tan siniestros como La tribu de los Brady.

SCOOBY DOO

Director: Raja Gosnell. Intérpretes: Sarah Michelle Gellar, Freddie Prinze Jr., Matthew Lillart, Linda Cordellini, Rowan Atkinson. Género: aventuras fantásticas, EEUU-Australia, 2002 Duración: 85 minutos.

El tipo de aventuras que se muestran deja indiferente a un espectador adulto. Y resulta un contrasentido el hacer una propuesta destinada a públicos infantiles, pero con contenidos que sólo pueden entender los mayores, y, al mismo tiempo, trufar la peripecia con elementos horripilantes que causan lágrimas incluso entre los más pequeños.

Así las cosas, de Scooby Doo se puede decir que se apunta a la moda de readaptar viejas historias con contenidos rancios y envoltorio más moderno -de Los Picapiedra a Spider-Man-, pero sin que sus responsables sepan hacia qué dirección de la platea dirigen sus dardos. Está tan lejos de esos nombres como de cualquier otra referencia reconocida. Ni la presencia del impagable Rowan Atkinson, el Mr. Bean televisivo, dignifica este producto definitivamente prescindible.

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