CARTAS AL DIRECTOR

Edad y tecnología

Que la tecnología está reñida con la edad es la conclusión a la que he llegado después de observar ciertos hechos. Esta mañana he intentado -sin éxito, por supuesto- que mi madre, de 85 años, que está pasando unos días conmigo, pueda ver un canal de televisión vía satélite dándole las instrucciones por teléfono, para que ella encendiera el receptor, ya que se me olvidó encenderlo antes de salir de casa. Tras varios intentos -y eso que anda bien del oído, que si no, el problema se habría multiplicado- he tenido que desistir.

Este hecho carece de importancia, naturalmente, pero, llevado a...

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Que la tecnología está reñida con la edad es la conclusión a la que he llegado después de observar ciertos hechos. Esta mañana he intentado -sin éxito, por supuesto- que mi madre, de 85 años, que está pasando unos días conmigo, pueda ver un canal de televisión vía satélite dándole las instrucciones por teléfono, para que ella encendiera el receptor, ya que se me olvidó encenderlo antes de salir de casa. Tras varios intentos -y eso que anda bien del oído, que si no, el problema se habría multiplicado- he tenido que desistir.

Este hecho carece de importancia, naturalmente, pero, llevado a otro terreno, puede ser caótico; por ejemplo: tengo un amigo mayor también de casi la misma edad que mi madre. Y este pobre hombre tiene que esperarme cada semana para que le saque dinero (su dinero) del banco, porque para él es un verdadero problema. En primer lugar, no sabe siquiera que su tarjeta tiene una clave secreta, que hay otros bancos a los que puede acudir para sacar su dinero a través de un cajero automático, que el lector de la pantalla le va indicando los pasos a seguir... En fin, son demasiadas órdenes para un cerebro marchito.

Y podría seguir con muchas y muchas más anécdotas que les ocurren a estas personas en diferentes sitios: supermercados, gasolineras, administraciones públicas, Hacienda, Seguridad Social, servicios telefónicos de voz, etcétera. Estadísticamente, los ancianos que viven solos, no ya en las grandes capitales, sino en cualquier localidad, han aumentado considerablemente. Por tanto, si estas personas carecen de familiares o conocidos más jóvenes o no pueden pagar a una persona que les gestione todo lo que necesiten hacer a través de los medios tecnológicos, que a pasos de gigante se están imponiendo para facilitarnos la vida, no tienen más remedio que encerrarse con lo mínimo indispensable y decir que no salen de casa porque se encuentran enfermos.

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Ante esto, ¿no sería conveniente crear la figura del Defensor del Mayor, por ejemplo? ¿Por qué sí existe para distintos grupos sociales y no para éste?

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