Reportaje:DE PALAZUELOS A CARABIAS | EXCURSIONES

Desvío a la Edad Media

Un pueblo amurallado y una iglesia del más bello románico se esconden cerca de Sigüenza, en Guadalajara

Palazuelos y Carabias son dos pueblecitos de piedra caliza que están como mimetizados en la ladera de una meseta de eso mismo a siete kilómetros al noroeste de Sigüenza, dominadores de una vasta vega ajedrezada de rubios panes y blancas salinas -las de Imón y La Olmeda de Jadraque-, pero dominados por una negra demografía que hace que no alcancen entre ambos los cien habitantes, los cuales no dan ni para abrir un bar, de ahí que los viajeros que conducen escopetados al husmo de los asadores desde la ciudad del Doncel hacia Atienza, y viceversa, pasen de largo sin saber lo que se pierden por no...

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Palazuelos y Carabias son dos pueblecitos de piedra caliza que están como mimetizados en la ladera de una meseta de eso mismo a siete kilómetros al noroeste de Sigüenza, dominadores de una vasta vega ajedrezada de rubios panes y blancas salinas -las de Imón y La Olmeda de Jadraque-, pero dominados por una negra demografía que hace que no alcancen entre ambos los cien habitantes, los cuales no dan ni para abrir un bar, de ahí que los viajeros que conducen escopetados al husmo de los asadores desde la ciudad del Doncel hacia Atienza, y viceversa, pasen de largo sin saber lo que se pierden por no tomar el desvío que lleva a Palazuelos y Carabias.

Palazuelos fue villa pechera de doña Mayor Guillén de Guzmán, querida de Alfonso X el Sabio, rey que se la regaló en 1260 junto con las alcarreñas de Cifuentes y Alcocer. Luego iría pasando de mano en mano -la villa, no la doña- hasta llegar a las de los Mendoza, que la incorporaron a su extenso señorío guadalajareño, correspondiendo en el siglo XV a don Íñigo López de Mendoza -primer marqués de Santillana y autor de serranillas picantonas que no hubiesen ruborizado a doña Mayor- la erección del castillo y del recinto amurallado que ciñe por completo la población, por eso conocida (por los cuatro que la conocen) como la pequeña Ávila.

Alfonso X el Sabio regaló esta villa a su querida, doña Mayor Guillén de Guzmán

El paseo por este insólito, intacto y casi ignoto reducto de pura Edad Media lo iniciamos en la misma puerta que enhebra la carretera, la cual ofrece el clásico acceso en zigzag -un torreón con huecos de entrada y salida en muros no enfrentados- para facilitar la defensa. Siguiendo desde aquí el perímetro exterior de la cerca como agujas de reloj, pronto hallamos otra puerta junto a la anciana, pero aún bulliciosa, fuente de los Siete Caños y una tercera con los escudos de los Mendoza. Así, hasta llegar a la cuarta y más alta, la que mira al monte, por la que nos colamos para avistar enseguida, inserto en la muralla, en el ángulo norte, el castillo.

Es alto el castillo y cuadradote, y la doble defensa de sus muros y su barbacana exterior le da un aire muy hermético. Y más ahora que está cerrado por obras de restauración. Por esto y por no pasar por delante de unas casas amarillas de nueva planta que le sientan a esta villa medieval como a un cristo dos ametralladoras, no bajamos hasta él, sino que salimos del pueblo por el único lienzo que le falta a la muralla, siguiendo la pista que faldea la meseta a media altura hasta el cementerio y, pasado éste, una senda casi llana que nos pone sin pérdida en Carabias después de una hora de iniciado el paseo, las botas aromadas por el tomillo y el espliego.

No más entrar en Carabias nos topamos con la iglesia de El Salvador y su magna galería, que es lo mejor del románico rural de la comarca seguntina. Abierta a los cuatro vientos, hecho insólito en Castilla, presenta 14 arcos al sur, seis al oeste, y dos más al norte y al este, todos semicirculares y sobre columnas pareadas. 'El Escorial de las galerías románicas' fue, según dicen, lugar de reunión del otrora numeroso vecindario, que allí se congregaba a campana tañida, amén de solárium, paseo, recreo infantil y mentidero. Hoy no lo es de nadie, y tiene esa soledad doblemente melancólica de los espacios que han sido concebidos para disfrutar en compañía.

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El regreso lo hacemos por la cima de la meseta, cogiendo la pista que sube al depósito de agua y tira recta por una espesura de quejigos y melojos, tan sorprendente en estas parameras como un pueblo amurallado o una galería románica de 22 arcos. A la media hora de andar desde Carabias, en una encrucijada evidente, nos desviamos a la izquierda y, 20 metros después, de nuevo a esa mano para seguir el camino que en otra media nos lleva hasta la pequeña Ávila sin más compañía que algunos hatos de cabritos y corderos, los mismos que se zampan asados tantos viajeros sin saber que el auténtico sabor de estas viejas tierras se esconde en Carabias y Palazuelos.

Las fuentes y las sombras

- Dónde. Palazuelos (Guadalajara) dista 137 kilómetros de Madrid. Se va por la carretera de Barcelona (N-II) hasta el kilómetro 104 y por la CM-1011 (antigua C-204) hasta Sigüenza, para luego seguir por la CM-110 en dirección a Atienza hasta que, a los siete kilómetros, se halle el desvío señalizado a Palazuelos y Carabias. - Cuándo. Paseo circular de siete kilómetros -de dos horas de duración-, con un desnivel acumulado de 100 metros y una dificultad baja, que en el más crudo verano ofrece al caminante el alivio de las fuentes -la de los Siete Caños y la que hay junto a la iglesia de Carabias- y la sombra del robledal que tapiza la meseta. - Quién. José A. López Ballesteros y Miguel A. Díaz Martínez son los autores del libro 15 rutas por la naturaleza de Sigüenza y el parque natural del río Dulce, una excelente guía editada por la librería Rayuela (Medina, 7; Sigüenza; teléfono: 949 390 233) en la que se describen éste y otros itinerarios para realizar a pie y en bicicleta por la zona. - Y qué más. Aunque el camino no tiene pérdida -máxime habiendo pastores-, no está de más llevar los mapas 461-I y 461-III editados por el Instituto Geográfico Nacional, a escala 1:25.000. En su defecto, consultar la hoja 22-18 del Servicio Geográfico del Ejército, a escala 1:50.000.

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