Crítica:CRÍTICAS

Volver a la vida

Es extremadamente arriesgado, y hermoso lo que intenta la germano-argentina Jeanine Meerapfel, vieja asidua al Festival de San Sebastián, en este Verano de Anna. Nada menos que la crónica de un reencuentro con la vida de la Anna del título, una mujer cuarentona (Molina, en uno de esos inmensos trabajos con que está jalonando su gloriosa madurez artística: ella es la película) que ha perdido a su pareja y que va al encuentro de sus raíces, en una paradisiaca isla griega. Y es arriesgado porque, sin códigos facilones, Meerapfel enfrenta a Anna con los recuerdos, los más bien cotidianos fa...

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Es extremadamente arriesgado, y hermoso lo que intenta la germano-argentina Jeanine Meerapfel, vieja asidua al Festival de San Sebastián, en este Verano de Anna. Nada menos que la crónica de un reencuentro con la vida de la Anna del título, una mujer cuarentona (Molina, en uno de esos inmensos trabajos con que está jalonando su gloriosa madurez artística: ella es la película) que ha perdido a su pareja y que va al encuentro de sus raíces, en una paradisiaca isla griega. Y es arriesgado porque, sin códigos facilones, Meerapfel enfrenta a Anna con los recuerdos, los más bien cotidianos fantasmas que pueblan su vida, pero también las incógnitas sobre su familia -ese tema tan de la cultura judía- que arrastra desde niña.

EL VERANO DE ANNA

Directora: Jeanine Meerapfel. Intérpretes: Angela Molina, Herbert Knaup, Dimitri Katalifos, Rosana Pastor, Maria Skoula. Género: drama, España-Alemania-Grecia, 2001. Duración: 107 minutos.

Y como en un deslumbrante tableaux vivant, los personajes de un pasado aparentemente muerto se corporizan, dialogan, a veces hasta permiten que Anna reconstruya recuerdos que no son suyos, en una búsqueda que mantiene siempre la atención sobre lo narrado. Al mismo tiempo, su regreso a los sabores primarios de la infancia, el sol y el mar la harán volver a la vida.

Meerapfel cuenta ese regreso con una medida sutilidad, con veladas, sugerentes oquedades no explicitadas, que son la mejor constatación de la madurez de su estilo, hecho de discretas elipsis, en pos de pequeños momentos, de la captura del sentido evanescente que se escapa entre los pliegues de la memoria. Tradición familiar, historia privada y canto a la libertad se dan la mano en esta rara, fascinante película.

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