Reportaje:CAMINO VIEJO DE HORCAJUELO | EXCURSIONES

Un paseo por la sierra más dulce

Huertos, frutales y prados de siega flanquean este atajo que va desde Montejo hasta el pueblo vecino

La idea que tenemos de la sierra es más bucólica (del latín bucolicus, pastoril) que agrícola (de ager, agri, campo, y colere, cultivar), pero no siempre el monte fue sólo un criadero de chuletas. Si pudiésemos mirar por un agujerito al pasado, digamos 50 años atrás, nos dejaría estupefactos ver grandes extensiones de cereales en las partes más llanas y vecindades de los pueblos e infinidad de huertos sobre terrazas en los fondos de los valles o en laderas irrigadas con regueras; regueras que, en muchos casos, aún subsisten y que los urbanícolas confunden con alcantarillas...

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La idea que tenemos de la sierra es más bucólica (del latín bucolicus, pastoril) que agrícola (de ager, agri, campo, y colere, cultivar), pero no siempre el monte fue sólo un criadero de chuletas. Si pudiésemos mirar por un agujerito al pasado, digamos 50 años atrás, nos dejaría estupefactos ver grandes extensiones de cereales en las partes más llanas y vecindades de los pueblos e infinidad de huertos sobre terrazas en los fondos de los valles o en laderas irrigadas con regueras; regueras que, en muchos casos, aún subsisten y que los urbanícolas confunden con alcantarillas porque tienen la idea bucólica de que la caca de vaca, por sí sola, hace verde todo lo que toca.

Además del canto del agua en las regueras, perduran numerosas voces agrícolas en la toponimia serrana: tercio, secano donde el cultivo de centeno se alternaba cada tres años con el pasto y el barbecho; quiñón, tierra comunal que solía arrendarse para la labranza a algún particular, y rodeo, definido en las Ordenanzas de Reguera de Montejo (siglo XVI) como 'todo lo que con el agua de la riguera se riega', o sea, prados, linares y huertos cuyos productos menos perecederos -patatas y manzanas- se almacenaban en el sobrao o cámara superior de las casas, de modo que también la arquitectura serrana conserva la dulce huella de aquella edad fructuosa.

Además del canto del agua en las regueras, perduran numerosas voces agrícolas

En Montejo, como ya hemos visto en anteriores excursiones, perduran las pilas de riego en la dehesa, a un kilómetro al norte del caserío, y las regueras que cada primero de mayo siguen limpiando todos a una. Y se mantienen no pocos huertos, bien cercados con muretes de mampostería para protegerlos de la voracidad del ganado. Éstos flanquean, junto con los prados de siega, el camino viejo de Horcajuelo, atajo que reduce a la mitad la distancia por carretera entre ambos pueblos y paseo predilecto de los vecinos, sabedores de que en estío ofrece la sombra de los frutales y un reguero de cerezas recién caídas, encendidas y golosas como mejillas de moza.

Para probar este dulcísimo paseo salimos de la plaza Mayor de Montejo -señoreada por la iglesia de San Pedro, con su espadaña cigüeñera del siglo XVII- subiendo por la calle Camino de Horcajuelo, la cual enseguida se encajona entre cercas sombreadas por nogales, cerezos, perales y manzanos que antaño dieron fama a esta sierra por sus ricas variedades pero pardo y pero raído, camuesa roja y verde, espierza, agazuela, escandamia... Cercas tras las que vemos prados segados y por segar, y huertos donde algunos mayores andan plantando lechugas y cebollinos, y retirando a mano los escarabajos de los patatales, tarea para despestañar al más pintado.

El viejo camino, siempre entre cercas y señales de pintura roja y amarilla, no ofrece ninguna duda hasta avistar en un cuarto de hora Horcajuelo, al que se accede bajando por un corto desvío que desemboca en la carretera junto a un área recreativa. Es éste un pueblo ejemplar por su cuidada arquitectura de piedra pizarrosa y por su celosa preservación de los espacios tradicionales -fragua y Museo Etnográfico- para enseñanza y asombro de los visitantes. Y así, admirados, salimos de Horcajuelo por el camino de las Pilillas, una pista asfaltada que sube dejando atrás los alojamientos rurales de Las Eras y dando vistas a las cumbres de Somosierra.

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A la media hora de andar desde Horcajuelo -o tres cuartos desde Montejo-, no más pasar una granja, bajamos por pista ya de tierra para cruzar el arroyo de la Garita y enlazar poco después con otra que desciende por la margen contraria hasta salir de nuevo al camino viejo. Para variar, de regreso a Montejo podemos tomar el primer desvío a la izquierda, que, para más señas, luce un letrero de coto privado de caza. Varios saúcos y arces de gran tamaño nos asombran -en las dos acepciones del verbo- poco antes de doblar a la derecha por una calleja entre muros que conduce sin extravío posible al camino del Prado Niño y, por la reguera abajo, a Montejo.

Para cualquier edad y condición

- Dónde. Montejo de la Sierra se halla a 87 kilómetros de Madrid y tiene su acceso más directo por la carretera de Burgos (N-I), desviándose nada más pasar Buitrago por la M-127 hacia Gandullas y Prádena del Rincón, de donde dista un par de kilómetros. Hay servicio diario de autobuses de Continental Auto (teléfono 91 314 57 55). - Cuándo. Paseo circular de ocho kilómetros -se hace en dos horas y media-, con un desnivel de 150 metros y una dificultad baja, recomendable en cualquier época y para personas de toda edad y condición física. Las señales -trazos rojos y amarillos- están muy borrosas. - Quién. El Centro de Recursos de Montaña de Montejo de la Sierra (tels. 91 869 70 58 y 91 869 72 17) ofrece información sobre ésta y otras sendas en la calle Real, 1. Esta ruta coincide parcialmente con la descrita en la guía Cinco rincones tiene esta sierra, editada por la Mancomunidad Sierra del Rincón, a la venta en el mismo centro. Los interesados en visitar la fragua y el Museo Etnográfico de Horcajuelo deben llamar al teléfono 91 869 70 22. - Y qué más. Cartografía: hoja 19-18 (Prádena) del Servicio Geográfico del Ejército, o 45 del Instituto Geográfico Nacional; mapa Sierra Norte, de La Tienda Verde (Maudes, 23 y 38; teléfono 91 534 32 57).

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