Reportaje:Mundial 2002 | Cuartos de final: Brasil-Inglaterra

Aquel partido inolvidable

Inglaterra y Brasil vuelven a encontrarse tras el histórico duelo de 1970

Brasil e Inglaterra dirimen hoy algo más que un partido de fútbol que otorgará a una de las dos selecciones un lugar en las semifinales. Los enfrentamientos entre ambos dilucidan una cuestión de jerarquía futbolística y conducen la mirada hacia el pasado donde se encuentran partidos, jugadas y momentos históricos que otorgan a cada duelo un tinte de solemnidad.

Algunas paradas merecen pasar a la historia con la jerarquía que a menudo se le otorga a muchos goles decisivos. Y cuando David Seaman, el portero de la selección inglesa, salte hoy al césped del Ecopa Stadium de Shizuoka para en...

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Brasil e Inglaterra dirimen hoy algo más que un partido de fútbol que otorgará a una de las dos selecciones un lugar en las semifinales. Los enfrentamientos entre ambos dilucidan una cuestión de jerarquía futbolística y conducen la mirada hacia el pasado donde se encuentran partidos, jugadas y momentos históricos que otorgan a cada duelo un tinte de solemnidad.

Algunas paradas merecen pasar a la historia con la jerarquía que a menudo se le otorga a muchos goles decisivos. Y cuando David Seaman, el portero de la selección inglesa, salte hoy al césped del Ecopa Stadium de Shizuoka para enfrentarse a Brasil seguramente recordará una de ellas. Fue hace ya 22 años, el siete de junio de 1970, y la protagonizó otro portero de la selección inglesa, Gordon Banks, al que apodaban Banks of England los aficionados británicos porque decían que guardaba su portería con el celo que el Banco de Inglaterra pondría en cuidar un cofre lleno de objetos valiosos. Brasil e Inglaterra se habían enfrentado en otras dos fases finales de la Copa del Mundo. En el 58 empataron a cero en tierras suecas, y en el 62, en Chile, Garrincha, por dos veces, y Vavá firmaron los goles de la victoria brasileña por tres a uno.

El portero inglés Banks realizó la mejor parada de la historia al despejar un cabezazo de Pelé
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El Mundial de México 70 no había hecho más que empezar. Inglaterra defendía el título logrado en Wembley cuatro años atrás, pero lo hacía en un ambiente hostil, ya que en todo el continente americano se consideraba que los británicos habían ganado el campeonato con decisivas ayudas arbitrales. Así pues, los 66.000 espectadores que esa tarde se dieron cita en el estadio Jalisco de Guadalajara animaban a Brasil en su camino hacia el título, y no solo por anglofobia, sino también porque el equipo de Mario Lobo Zagallo estaba llenando de belleza y creatividad los campos aztecas. Era un Brasil de ensueño. Como prueba de ello, basta decir que cinco jugadores de su once titular portaban el emblemático número 10 en sus respectivos equipos: Rivelino en el Corinthians, Jairzinho en el Botafogo, Tostão en el Cruzeiro, Gerson (que no jugó por lesión contra Inglaterra) en el São Paulo, y por supuesto Pelé en el Santos. Zagallo tuvo que improvisar un dibujo táctico en el que tuviera cabida tanto potencial ofensivo. Inglaterra llegaba con muchos veteranos del 66 y con los dos Bobbys, Charlton y Moore, a la cabeza. El partido respondió a las expectativas y fue un magnífico espectáculo. Charlton todavía hoy mantiene que el vídeo del partido debería ser materia de obligado estudio en las canteras de todos los clubes ingleses.

Inglaterra comenzó dominando el juego, pero a los 9 minutos llegó el lance más recordado del partido. Carlos Alberto metió un balón paralelo a la línea de la banda derecha para Jairzinho, que ganó la espalda del lateral Cooper y llegó hasta la línea de fondo. Banks esperaba en el primer palo, pero Jairzinho envió una precisa y potente rosca al segundo. Por allí llegaba Pelé como un avión. La mejor versión de lo que ocurrió entonces es la del guardameta inglés: 'Mullery me tapaba la visión, pero con el rabillo del ojo vi a Pelé que saltaba para rematar el balón. Yo no podía salir y tenía que esperar a lo que hiciera Pelé. Fue un durísimo cabezazo picado apenas a cinco metros de mi posición. El balón salió muy deprisa y no pude lanzarme hacia delante. Retrocedí y vi que el balón botaba en el suelo con fuerza. Instintivamente salté hacia mi derecha, y llegué a tocar el balón con el dorso superior de la mano. Salió hacia arriba en trayectoria casi vertical mientras escuchaba nítidamente a Pelé gritar 'gol'. Cuando Banks incorporó sus 183 centímetros y sus 78 kilos, se encontró a sus compañeros Mullery, Labone y Bobby Moore mirándole como si fuera un marciano. Pelé contó después que era imposible llegar a ese balón. La mejor parada de la historia. El partido prosiguió, y lo hizo con llegadas constantes a las dos áreas, muchas ocasiones y un solo gol. Llegó en el minuto 9 de la segunda parte: Carlos Alberto metió un balón para Pelé que esperaba el pase en el punto de penalti. Cuando el 10 de Brasil controló la pelota ya sabía que a su espalda estaba llegando Jairzinho, presto para culminar la jugada. Esta vez ni siquiera Banks pudo hacer nada.

Así fue el partido, lleno de un fútbol que ya no parece existir. Un fútbol que seguramente les parecerá tan simpático como prehistórico a entrenadores como Scolari o Eriksson, pero que ayuda a que partidos como el Inglaterra-Brasil de hoy rezumen aromas de vieja rivalidad, tal y como lo ve Pelé: 'Brasil es la selección más grande en la historia de la Copa del Mundo. Inglaterra es la cuna del fútbol. Y este partido merecería ser una final'.

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