Reportaje:

La chapuza italiana

En 1938 hubo que anular un pedido de billetes a una empresa de Milán porque llevaba un año sin cumplir el encargo

El 18 de julio de 1937, el Estado español con sede en Burgos encargó a una empresa italiana la confección de diversos billetes. La guerra civil estaba en pleno apogeo, por lo que la zona controlada por los partidarios del general Franco, necesitados de numerario circulante con los símbolos del nuevo Estado, se vieron obligados a pedir la colaboración de la compañía Coen y Cartevalori de Milán. Por entonces, en Italia campaba por sus respetos el régimen fascista, con il duce Mussolini al mando. El primer billete que se encargó fue uno de 100 pesetas, cuyo facsímil se entregará gratis con...

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El 18 de julio de 1937, el Estado español con sede en Burgos encargó a una empresa italiana la confección de diversos billetes. La guerra civil estaba en pleno apogeo, por lo que la zona controlada por los partidarios del general Franco, necesitados de numerario circulante con los símbolos del nuevo Estado, se vieron obligados a pedir la colaboración de la compañía Coen y Cartevalori de Milán. Por entonces, en Italia campaba por sus respetos el régimen fascista, con il duce Mussolini al mando. El primer billete que se encargó fue uno de 100 pesetas, cuyo facsímil se entregará gratis con cada ejemplar de EL PAÍS el próximo miércoles. Pasó más de un año y la compañía no daba señales de vida. Hasta que en noviembre de 1938, ésta comunicó a las autoridades de Burgos que los dos millones de billetes que estaba fabricando se habían estropeado al intentar darles un baño. Ante este despropósito, las autoridades del Banco de España decidieron cancelar el contrato.

Pero las malas nuevas no habían terminado. De pronto en Bilbao (ya tomada por el Ejército franquista) y Soria aparecieron billetes ilegales de 1.000 y 25 pesetas. Lo que había ocurrido es que la empresa italiana había fabricado ese circulante en papel con muy poca calidad y, en lugar de destruirlo, los había almacenado. Algún listo se percató de lo ocurrido y los transportó a España para ponerlos en circulación. No tenían control de ningún tipo. La falta de seriedad quedó en evidencia, pero las autoridades de Burgos pagaron siete millones de pesetas por la chapuza fascista. Este ejemplar se cotiza casi a un millón de pesetas.

Las 1.000 pesetas de 1884 valen ahora dos millones y se tiraron 150.000 ejemplares, que estuvieron en uso desde julio de 1892 a 1911. Se fabricaron con papel de Oseñalde, hecho en Guadalajara.

El escritor y poeta del siglo XVII, y adversario político del conde-duque de Olivares, Francisco de Quevedo aparece en las 50 pesetas de 1899, en vigor de 1900 a 1911, y de las que se tiraron cinco millones y valen en la actualidad 100.000 pesetas. Fue uno de los últimos billetes que conservan restos de la matriz de procedencia, que se aprecia en el anverso a la izquierda, y con restos de la gasa en el otro lado.

Las 50 pesetas de 1905 se imprimieron pensando en ofrecer un homenaje a don José Echegaray, que había sido gobernador del Banco de España, ministro de Hacienda y Premio Nobel de Literatura, recién obtenido entonces. Vale 100.000 pesetas y circuló hasta 1914. Tuvo una impresión muy accidentada al estropearse una maquinaria especial de la empresa Hummel, que se había encargado para hacer frente a las falsificaciones. Tuvieron que imprimirlo en el taller viejo.

De las 100 pesetas de 1906 se tiraron 60 millones de unidades y valen ahora 20.000 pesetas. Debido a la mala calidad de los billetes fabricados en el banco, lo que facilitaba la falsificación, se recurrió a la compañóa británica Bradbury & Wilkinson.

Lunes. 1.000 pesetas del 1 de julio de 1884. El grabador fue Federico Navarrete. Se fabricaron en los talleres del Banco de España. En el anverso aparece Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada, un político ilustrado del siglo XVIII que rehízo la marina.

Martes. 50 pesetas del 25 de noviembre de 1899. Bartolomé Maura y Enrique Vaquer diseñaron el billete, ilustrado con el busto de Quevedo y el dios Mercurio. En el reverso, una matrona tumbada, acompañada de símbolos de la agricultura, junto a una cabeza masculina de estilo renacentista.

Miércoles. 100 pesetas del 18 de julio de 1937. La fecha, emblemática de la España franquista en la guerra civil, va acompañada de la leyenda II año triunfal. Incluye el retrato del general Castaños y un cuadro con la rendición del general Dupont en la batalla de Bailén.

Jueves. 50 pesetas del 19 de marzo de 1905. Marrón por el anverso, lado que lleva la cabeza de Echegaray, y verde pálido por el reverso, adornado con unos angelotes que representan la pintura y la música. En esta cara lleva la numeración por primera vez. Impreso en papel de Arches, sobrante de la emisión de 1902.

Viernes. 100 pesetas del 30 de junio de 1906. Con este billete se empleó en el anverso el sistema multicolor Duplex que se ganó la fama de infalsificable. Tiene el escudo de España con una orla llamada guillochet y unas figuras femeninas en el anverso.

Jueves. 50 pesetas del 19 de marzo de 1905. Marrón por el anverso, lado que lleva la cabeza de Echegaray, y verde pálido por el reverso, adornado con unos angelotes que representan la pintura y la música. En esta cara lleva la numeración por primera vez. Impreso en papel de Arches, sobrante de la emisión de 1902.

Martes. 50 pesetas del 25 de noviembre de 1899. Bartolomé Maura y Enrique Vaquer diseñaron el billete, ilustrado con el busto de Quevedo y el dios Mercurio. En el reverso, una matrona tumbada, acompañada de símbolos de la agricultura, junto a una cabeza masculina de estilo renacentista.

Lunes. 1.000 pesetas del 1 de julio de 1884. El grabador fue Federico Navarrete. Se fabricaron en los talleres del Banco de España. En el anverso aparece Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada, un político ilustrado del siglo XVIII que rehízo la marina.

Miércoles. 100 pesetas del 18 de julio de 1937. La fecha, emblemática de la España franquista en la guerra civil, va acompañada de la leyenda II año triunfal. Incluye el retrato del general Castaños y un cuadro con la rendición del general Dupont en la batalla de Bailén.

El 18 de julio de 1937, el Estado español con sede en Burgos encargó a una empresa italiana la confección de diversos billetes. La guerra civil estaba en pleno apogeo, por lo que la zona controlada por los partidarios del general Franco, necesitados de numerario circulante con los símbolos del nuevo Estado, se vieron obligados a pedir la colaboración de la compañía Coen y Cartevalori de Milán. Por entonces, en Italia campaba por sus respetos el régimen fascista, con il duce Mussolini al mando. El primer billete que se encargó fue uno de 100 pesetas, cuyo facsímil se entregará gratis con cada ejemplar de EL PAÍS el próximo miércoles. Pasó más de un año y la compañía no daba señales de vida. Hasta que en noviembre de 1938, ésta comunicó a las autoridades de Burgos que los dos millones de billetes que estaba fabricando se habían estropeado al intentar darles un baño. Ante este despropósito, las autoridades del Banco de España decidieron cancelar el contrato.

Pero las malas nuevas no habían terminado. De pronto en Bilbao (ya tomada por el Ejército franquista) y Soria aparecieron billetes ilegales de 1.000 y 25 pesetas. Lo que había ocurrido es que la empresa italiana había fabricado ese circulante en papel con muy poca calidad y, en lugar de destruirlo, los había almacenado. Algún listo se percató de lo ocurrido y los transportó a España para ponerlos en circulación. No tenían control de ningún tipo. La falta de seriedad quedó en evidencia, pero las autoridades de Burgos pagaron siete millones de pesetas por la chapuza fascista. Este ejemplar se cotiza casi a un millón de pesetas.

Las 1.000 pesetas de 1884 valen ahora dos millones y se tiraron 150.000 ejemplares, que estuvieron en uso desde julio de 1892 a 1911. Se fabricaron con papel de Oseñalde, hecho en Guadalajara.

El escritor y poeta del siglo XVII, y adversario político del conde-duque de Olivares, Francisco de Quevedo aparece en las 50 pesetas de 1899, en vigor de 1900 a 1911, y de las que se tiraron cinco millones y valen en la actualidad 100.000 pesetas. Fue uno de los últimos billetes que conservan restos de la matriz de procedencia, que se aprecia en el anverso a la izquierda, y con restos de la gasa en el otro lado.

Las 50 pesetas de 1905 se imprimieron pensando en ofrecer un homenaje a don José Echegaray, que había sido gobernador del Banco de España, ministro de Hacienda y Premio Nobel de Literatura, recién obtenido entonces. Vale 100.000 pesetas y circuló hasta 1914. Tuvo una impresión muy accidentada al estropearse una maquinaria especial de la empresa Hummel, que se había encargado para hacer frente a las falsificaciones. Tuvieron que imprimirlo en el taller viejo.

De las 100 pesetas de 1906 se tiraron 60 millones de unidades y valen ahora 20.000 pesetas. Debido a la mala calidad de los billetes fabricados en el banco, lo que facilitaba la falsificación, se recurrió a la compañóa británica Bradbury & Wilkinson.

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