LA CRÓNICA

Se dan de bruces contra sí mismos

La maniobra ideada por el PSPV para mellar al Gobierno autonómico parecía clara y teóricamente eficaz. Se trataba de torrefactar la política de bienestar social, al tiempo que a su titular, el consejero Rafael Blasco, y, como efecto colateral, chamuscar a quien es su último responsable, el presidente Eduardo Zaplana. Los estrategas socialistas creyeron oportuno asaltar crítica y parlamentariamente este baluarte después de las andanadas mediáticas que lo estaban abrumando. Quizá fuese una opción correcta, aun cuando supusiese abandonar otros frentes apremiantes, como el de la seguridad ciudadan...

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La maniobra ideada por el PSPV para mellar al Gobierno autonómico parecía clara y teóricamente eficaz. Se trataba de torrefactar la política de bienestar social, al tiempo que a su titular, el consejero Rafael Blasco, y, como efecto colateral, chamuscar a quien es su último responsable, el presidente Eduardo Zaplana. Los estrategas socialistas creyeron oportuno asaltar crítica y parlamentariamente este baluarte después de las andanadas mediáticas que lo estaban abrumando. Quizá fuese una opción correcta, aun cuando supusiese abandonar otros frentes apremiantes, como el de la seguridad ciudadana, la inmigración o el marasmo financiero de la Generalitat. Algunos indicios sugerían que este flanco presentaba fisuras -digamos irregularidades- que propiciaban el ataque.

En todo caso, así debieron estimarlo Joan Ignasi Pla, secretario general de los socialistas valencianos, y sus mentores. La prueba es que el pasado lunes anunció que su partido llevaría a las Cortes una propuesta de reprobación política del referido consejero y de su gestión. Una iniciativa que carecía de precedentes, entre otras cosas porque la reprobación no está contemplada en los reglamentos de la Cámara. Un defecto de planteamiento que, por lo pronto, denotó la desconexión entre el líder del PSPV y su grupo de diputados, desprevenidos y por ello indignados ante el cometido que se les endosaba. No obstante, había que enmendar la pifia del jefe y hallar una salida airosa.

Ximo Puig, en tanto que portavoz del grupo, sale al quite y matiza que lo cuestionado es una determinada política social y que presentarán una interpelación. Y, en efecto, se presenta con fecha 4 de mayo (lo que sin duda es un error) y una vez concluida la Mesa de las Cortes, a fin de que no se tome en consideración hasta el nuevo curso político que se emprenderá en el próximo otoño. No se tiene prisa. Mientras tanto, se supone, el consejero cuestionado habrá de sufrir la espada de Dámocles en forma de acusación latente a lo largo del verano, y los diputados socialistas dirimen entre ellos quién ha de afrontar el cuerpo a cuerpo parlamentario con el consejero, al tiempo que se documentan acerca del asunto.

Como es evidente, la corajuda y justiciera reprobación se ha quedado en un gesto testimonial, que el portavoz del PP en las Cortes, Alejandro Font de Mora, ha calificado de 'raquítica', de tanto como se ha encogido la anunciada interpelación. Ahí pudo acabarse este episodio y los diputados socialistas hubiesen agradecido que pasase de ellos este cáliz al que los había abocado la temeridad de su líder. Pero eso era tanto como confundir los deseos con la realidad e ignorar el talante de su víctima propiciatoria, decimos del consejero Blasco. Verdad es que algún diputado socialista ya presintió que las cosas no podía acabar así y que las provocaciones a según quién no se liquidan con unas declaraciones periodísticas.

Y así ha sido. El consejero cuestionado, siguiendo el mismo guión del pasado 9 de mayo, cuando fue requerido para explicar en las Cortes la adjudicación de otros servicios, se encara con el desafío y solicita comparecer con carácter urgente en el hemiciclo para explicar 'cuál es la política general de la Consellería sobre el fortalecimiento del sistema público de bienestar social en la Comunidad, así como en lo relativo a la privatización de la gestión de los centros públicos y servicios'. El mismo texto, palabra por palabra, de la interpelación socialista. La jugada rememora el episodio del cazador cazado. Da la impresión de que era la oportunidad que esperaba el consejero para neutralizar el filibusterismo -darle largas a un debate- que le amenazaba.

Verdad es que los socialistas han caído en su propia trampa y se han dado de bruces contra sí mismos. Su desafío se lo han devuelto con creces. Pero no menos verdad es que tiene la ocasión de romper una lanza por los servicios públicos y otro modelo de gestión que no rememore la ineficiencia de los funcionarios blindados de por vida y los déficit rampantes e incontrolados. Pueden, además, aportar algún argumento acusatorio fundamentado si no se limitan a leer el periódico, e incluso, si no les falta talento, poner en solfa la gestión privatizada tan practicada por la derecha. A ver cómo se lo bailan.

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