Reportaje:Mundial 2002

Las manos mágicas de Boixel

El osteópata personal de Zidane, clave en el intento de recuperar a la carrera al jugador

Ya no pueden más. Los doctores, masajistas y demás especialistas que componen el equipo médico de la selección francesa van a terminar cortando la línea telefónica y blindándose en su habitación en el hotel. Desde que Zidane se lesionó en el cuádriceps del muslo izquierdo, el domingo pasado, en el partido amistoso Corea del Sur-Francia, reciben cada día una veintena de llamadas telefónicas de curanderos, charlatanes o fabricantes malditos que, todos lo mismo, quieren vender el aparato milagroso que curará a la estrella de los tricolores, al mejor futbolista del mundo. El último instrumento mág...

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Ya no pueden más. Los doctores, masajistas y demás especialistas que componen el equipo médico de la selección francesa van a terminar cortando la línea telefónica y blindándose en su habitación en el hotel. Desde que Zidane se lesionó en el cuádriceps del muslo izquierdo, el domingo pasado, en el partido amistoso Corea del Sur-Francia, reciben cada día una veintena de llamadas telefónicas de curanderos, charlatanes o fabricantes malditos que, todos lo mismo, quieren vender el aparato milagroso que curará a la estrella de los tricolores, al mejor futbolista del mundo. El último instrumento mágico registrado por los médicos es una misteriosa pistola láser terapéutica.

'Pero nosotros preferimos los remedios más clásicos', dicen en el entorno médico de Zidane; 'utilizamos campos electromagnéticos, drenajes, masajes... Después, los ultrasonidos. Y el caso progresa bien. Zidane se siente mejor'. Pero, por si todo ese personal terapéutico no bastara, la selección se guarda en la manga al hombre más envidiado por el planeta futbolístico: Philippe Boixel, el osteópata personal del director de juego del equipo de Roger Lemerre. En Seúl, estos días, pasa la mayor parte del tiempo con el jugador del Madrid.

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De boca a oreja

Boixel tiene sólo 44 años, pero ya, en muy poco tiempo, se ha labrado una reputación sobresaliente. Está bajo contrato con el Arsenal, londinense, pero no deja de recorrer países para atender y cuidar a sus clientes famosos, que son muchos. Incluso, para trabajar más cómodamente, alquila una habitación en un hotel muy cercano al aeropuerto Roissy-Charles de Gaulle, junto a París, y allí trabaja y recibe a sus pacientes, aunque tiene instalado oficialmente su gabinete en la ciudad de Laval.

'Todo ha sido efecto del boca a oreja', recuerda Boixel; 'empecé tratando a los jugadores del Stade Lavallois. Después pasé a ocuparme del equipo de Mónaco. Y ya todo llegó seguido...'

En aquellos tiempos, la osteopatía era una especialidad médica muy marginada. La formación original de Boixel es la de quinesiterapeuta. 'La osteopatía se vale de técnicas manuales, de trabajo muy específico con las manos. Ejerce una acción sobre el medio interior', explica; 'así, nos podemos servir de la fuerza muscular para corregir un segmento vertebral. He podido tratar y solucionar los problemas de futbolistas que no iban muy bien. Boghossian estaba casi desahuciado cuando jugaba en el Nápoles. Y Lizarazu sufría enormemente poco antes de la Eurocopa 2000. Le pudimos recuperar por los pelos'.

Ahora le ha llegado a Zidane el turno de aprovechar todo el talento de las manos de Boixel, quien a menudo habla de su oficio como si se tratara de un arte en el que hubiera que trabajar 'el toque, como un pianista'.

Boixel llegó a la selección francesa hace nueve años, en 1993, cuando el seleccionador era Gérard Houllier. Sigue funcionando como colaborador, cobrando un jornal diario, aprovechando los días libres de las vacaciones. 'Pero yo estoy aquí sobre todo por el placer', asegura; 'es un grupo excepcional. Soy un cómplice de los jugadores y tengo un despacho aparte del de los masajistas. ¿Que si hago milagros? No. Pero doy mucho amor y eso, a veces, ayuda'.

Según Boixel no hay celos entre los diferentes especialistas médicos de la selección. Una reunión diaria, después de la comida, permite elegir los cuidados adecuados a las distintas patologías. 'Mis clientes son bólidos de fórmula 1, pero si no tienen mecánicos se quedan en los boxes', suele decir Boixel, que, modesto él, se niega a ir de vedette y gusta de fundirse en el grupo de los campeones del mundo.

'Como mucho, yo he sido un precursor. El desconocimiento y la desconfianza generaban miedo respecto a la osteopatía. Pero ahora esta profesión va a ser reconocida, regulada por decreto', concluye Boixel, quien, finalmente, se reconoce un mérito: contribuir a la lucha contra el dopaje: 'Me atrevo a creer que quienes recurren a la osteopatía dan la espalda al doping'.

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