Columna

Un remero a toda vela

'Mi mayor ilusión es que me sigáis considerando como Herminio el candasín y no como un triunfador de los Juegos Olímpicos; porque, la verdad, es que en mí no cambió nada'. Con esta frase agradeció Herminio Menéndez el homenaje que le tributaron los vecinos de su pueblo, Candás (Asturias), en agosto de 1980 cuando regresó a casa desde Moscú con una medalla de plata y otra de bronce en el zurrón. Pero era mentira.

El hecho de ser el español con más medallas olímpicas (tres) le abrió las puertas de la fama y de los cargos representativos. De ser oficial ajustador en excedencia en Ensidesa,...

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'Mi mayor ilusión es que me sigáis considerando como Herminio el candasín y no como un triunfador de los Juegos Olímpicos; porque, la verdad, es que en mí no cambió nada'. Con esta frase agradeció Herminio Menéndez el homenaje que le tributaron los vecinos de su pueblo, Candás (Asturias), en agosto de 1980 cuando regresó a casa desde Moscú con una medalla de plata y otra de bronce en el zurrón. Pero era mentira.

El hecho de ser el español con más medallas olímpicas (tres) le abrió las puertas de la fama y de los cargos representativos. De ser oficial ajustador en excedencia en Ensidesa, pasó a tener una imagen pública que, a la larga, le abrió las puertas de los negocios.

Menéndez aprovechó su tirón para poner de vuelta y media a los estamentos deportivos. Tras cerrar su carrera en los Juegos de Los Ángeles, se sumó al Comité Olímpico Español, cuyas paredes oyeron desde sus diatribas exigiendo la coordinación de los ministerios de Defensa (por la mili), Cultura, Educación y Trabajo para promover las actividades deportivas hasta su críticas a los fumadores que ahuyentaban al atleta José Manuel Abascal de las reuniones. Ahora guarda sus habanos en una enorme purera.

En enero de 1987, se sumó al plante contra el entonces presidente del COE Alfonso de Borbón y llegó a sugerirle que dimitiera. Ocho meses después, Javier Gómez Navarro lo nombró asesor de libre designación del Consejo Superior de Deportes. Mejor momento imposible. España echó la casa por la ventana para sembrar la cosecha de medallas que se recolectaron en 1992.

Pero a Menéndez se le mutó su cuerpo de deportista en uno de hombre de negocios. Herminio el candasín ya no existía.

En 1994, llegó de la mano de Eloy Calvo Capellín a la dirección general del Sporting de Gijón. 'Tengo que decir que dejé al equipo en Primera y sin deudas', asegura por teléfono desde su despacho. Hace como que no, pero le duelen las críticas y no se considera responsable ni del descalabro del Sporting ni de los apuros del Sevilla.

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Al equipo hispalense llegó en enero de 1997, en la tormentosa presidencia de José María González de Caldas, y permaneció tres años. También le molesta que digan que se fue del club de Nervión por la puerta falsa. 'Cuando llegué, la cosa era terrible. Había 18 millones de deuda y no había dinero para los desplazamientos'. 'Yo siempre me sentí querido'. Pero la verdad es que si uno pregunta entre sevillistas...

Se quedó en Sevilla y empezó una empresa con el representante de futbolistas uruguayo Juan Figer. Fichajes como el de Stan Collymore por el Oviedo (que duró menos que un pastel a la salida de un colegio) o su papel como intermediario en la tramitación de un pasaporte portugués -que resultó ser falso aunque el asturiano siempre negó que lo supiera- para el brasileño Edu, no pueden considerarse perlas en su hoja de servicios.

A finales del pasado año le nombraron consejero delegado de la candidatura olímpica Sevilla 2012. 'Me llamó el alcalde', recalca. Una vez dentro le dio la vuelta como un calcetín y propuso unirse a la candidatura madrileña. Él mismo se reunió con el alcalde José María Álvarez del Manzano para tratarlo. El PA puso el grito en el cielo y el alcalde Alfredo Sánchez Monteseirín (PSOE) se trastabilló en versiones contradictorias y requetecontradictorias sobre el suceso. Un grupo de amigos le rescató y lo ha propuesto como candidato a la Cámara de Comercio de Sevilla. Los que no le quieren dicen que este remero sabe navegar según el viento que mejor sople y los que le quieren menos aún dicen que es el que mejor salta cuando la nave hace aguas.

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