Crítica:SALIF KEITA | ÉTNICA

Imprevisible

Salió vestido de blanco, y no con el fin de caer en gracia a la audiencia en noche de fútbol europeo, aunque a Salif Keita le entusiasme eso del balompié. Saludó arrodillándose al estilo papal y juntando las manos mientras inclinaba la cabeza. Y, una vez más, el albino maliense fue coherente con su idiosincrasia: hizo lo que le vino en gana.

Ante un concierto de Salif Keita, uno nunca sabe muy bien a qué atenerse. Cuando acaba de publicar su mejor disco en tres lustros, Moffou, una nostálgica mirada acústica hacia atrás, un regreso sosegado a las raíces, a las culturas del país d...

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Salió vestido de blanco, y no con el fin de caer en gracia a la audiencia en noche de fútbol europeo, aunque a Salif Keita le entusiasme eso del balompié. Saludó arrodillándose al estilo papal y juntando las manos mientras inclinaba la cabeza. Y, una vez más, el albino maliense fue coherente con su idiosincrasia: hizo lo que le vino en gana.

Ante un concierto de Salif Keita, uno nunca sabe muy bien a qué atenerse. Cuando acaba de publicar su mejor disco en tres lustros, Moffou, una nostálgica mirada acústica hacia atrás, un regreso sosegado a las raíces, a las culturas del país de bambaras malinkés y soninkés, va y ofrece una actuación sin respiro. Lejos de una presentación del nuevo disco: más bien un repaso al repertorio de años (Africa, Mandjou...).

Salif Keita

Salif Keita (voz), Souleymane Doumbia (bolon), Mamady Kamissoko y Djely Moussa Kouyate (guitarras), Drissa Bagayoko (djembe), Adama Kouyate (tama), Mamadou Kone (calabaza), Harouna Samake (camele n'goni), Assitan Diarra, Sekouba Sissoko y Kadiatou Bogayoko (coros). La Riviera. Madrid, 23 de abril.

Velocidad

Sí que echó un vistazo al pasado, pero para recorrerlo en tren de alta velocidad. Porque surgió un Salif Keita con ganas de bailar y comunicativo como pocas veces se le había visto. Un Salif Keita que desea compartir su idea positiva de una África distinta, de la que piensa que aún no está todo perdido; un continente que quiere liberado de violencia, egoísmo y desesperación. Y lo expresó a través de los arreglos carnales de sus canciones, en un espíritu de rumba africana.

Keita, uno de los músicos más importantes que ha dado África, se rodea de músicos jóvenes con instrumentos tradicionales (djembé, bolon, n'goni) y guitarras eléctricas, ¿por qué no renunciar de una vez al molesto teclado? Invitó a decenas de espectadores a bailar en el escenario en una estampa multirracial al estilo de los anuncios coloridos de una conocida marca italiana de ropa.

Tan sólo al final, se sentó con la guitarra en el regazo, una guitarra cuyas cuerdas pulsa a veces con resultado de kora, y cantó Folon, con esa voz que emociona irremediablemente.

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