Reportaje:

La sutileza del fresco

Estudiantes de Bellas Artes de Granada aprenden el arte de restaurar antiguos abanicos

Nadie puede imaginar la sutileza de un objeto tan cotidiano del verano, tan corriente en Andalucía, como el abanico, hasta que se pone a destriparlo. O, mejor dicho, hasta que tiene que desarmarlo por completo para volverlo a reconstruir y restaurarlo. Entonces aparecen piezas con nombres como guarda, contraguarda, país o doble país. Y surgen elementos como el nácar, el carey, el hueso o las exquisitas maderas. El abanico se convierte entonces en una joya. Eso es lo que está descubriendo en Granada una veintena de estudiantes de la Facultad de Bellas Artes que siguen un curso de restauración d...

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Nadie puede imaginar la sutileza de un objeto tan cotidiano del verano, tan corriente en Andalucía, como el abanico, hasta que se pone a destriparlo. O, mejor dicho, hasta que tiene que desarmarlo por completo para volverlo a reconstruir y restaurarlo. Entonces aparecen piezas con nombres como guarda, contraguarda, país o doble país. Y surgen elementos como el nácar, el carey, el hueso o las exquisitas maderas. El abanico se convierte entonces en una joya. Eso es lo que está descubriendo en Granada una veintena de estudiantes de la Facultad de Bellas Artes que siguen un curso de restauración de abanicos... la sutileza del fresco en el verano.

María Teresa de la Luz Toca Porraz, profesora auxiliar adjunta de la Universidad Superior de Arte de La Habana, en Cuba, es una de las pocas personas expertas en el mundo en la restauración de abanicos. Los ha conocido de todas las clases y todos los estilos. Ahora, hasta el próximo día 26, está compartiendo sus conocimientos con jóvenes estudiantes, algunos de ellos restauradores procedentes de Barcelona, que quieren introducirse en la abaniquería. Algo que es todo un arte.

'La restauración de abanicos', explica la profesora, que ha desarrollado gran parte de su actividad también en México, 'es totalmente compleja. De entre todos los casos de restauración, es una de las más difíciles, porque tiene una cantidad endemoniada de materiales diferentes, como la concha, el metal, el papel, la tela, o la madera, y esos materiales influyen unos sobre otros. Restaurar un abanico es un trabajo que nunca está pagado del todo'.

En el departamento de Restauración de la Facultad de Bellas Artes de Granada hay estos días abanicos de todas clases. Preciosos ejemplares del siglo XVIII, confeccionados mientras Mozart moría en Salzburgo, o de comienzos del siglo XIX. Cada uno, explica Toca Porraz a sus alumnos, es específico. Cada uno requiere un tratamiento diferente. La calidad del país (la tela del abanico, sobre la que suele haber hermosos dibujos), difiere de unos a otros. El material con el que están hechas las varillas, o las guardas y contraguardas (la primera y la última varillas del abanico) requieren un estudio a fondo de los materiales que se tratan. Los estudiantes tienen que emplear elementos químicos como el peróxido de hidrógeno o el hipoclorito.

De 16.00 a 21.00 horas, durante todos estos días, la profesora cubana imparte clases teóricas que luego convierte en prácticas con los ejemplares que han sido cedidos para la restauración. 'Esto es todo un arte que yo considereré que podía ser impartido en la facultad de un modo oficial', explica Luis Rodrigo Rodríguez, el titular de Restauración de Bellas Artes. 'En España sólo hay unos pocos lugares donde se enseña la abaniquería, pero ninguno en donde se enseña a restaurarlos. Hacía falta un curso como éste'.

Pequeñas piezas de arte

Restaurar un abanico antiguo, dependiendo de su calidad y de su estado, puede costar, en principio, un mínimo de 150 euros (25 pesetas) y entre dos y tres semanas intensas de trabajo, según comenta María Teresa Toca Porraz. 'Es un trabajo que requiere mucha concentración, mucha intensidad', explica, 'y en el que no puedes estar más de tres o cuatro horas por día'. La gente considera que el coste de restaurar un abanico es excesivo. Sin embargo, hay pequeñas piezas que terminan siendo verdadero arte exhibido en los museos. 'Se trata de algo muy complejo', dice la profesora cubana. A eso, según añade el catedrático de Restauración Luis Rodrigo Rodríguez, hay que añadir que, para ejemplares antiguos, hay que encontrar los materiales más similares a los originales, 'materiales hoy casi inencontrables', dice, 'como el carey o el hueso'. Rodríguez exhibe algunas conchas de nácar que ahora utilizará para restaurar abanicos y que en el mercado le costaron 60 euros (10.000 pesetas por concha). 'Pero merece la pena', añade. 'Todo el mundo tiene en su casa un abanico de la época de su abuela o de su bisabuela, y siempre tiene interés en restaurarlo'. Nadie sabe precisar a ciencia cierta cuándo surgió el abanico. Ya lo utilizaban los egipcios. También se encuentra en la cultura china y en la cultura japonesa. Los ejemplares con los que se trabaja desde el pasado lunes en Granada son, básicamente, objetos con cincuenta o cien años de antigüedad cedidos por personas que han conocido la existencia del cursillo de restauración. 'Nuestra labor es retocar todo aquello que está dañado, desmontar el abanico por completo y volverlo a reconstruir, restaurar el país (la tela) y las varillas que hayan sido dañadas y volverlo a montar todo de nuevo haciendo coincidir cada pliegue, cada detalle', explica Rodríguez. 'Hay que ser muy cuidadoso', añade. Tras él, una veintena de estudiantes se aplica en el arte de trabajar sobre un objeto que es casi de culto ya.

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