Editorial:

El fracaso de Sharon

Si hay que juzgarla por los resultados, la estrategia del primer ministro israelí, Ariel Sharon, para poner fin al terrorismo es un fracaso. Una joven palestina mató ayer a seis transeúntes, además de suicidarse, al explotar como una bomba humana en una parada de autobús, próxima a un mercado de Jerusalén, donde la carnicería podía haber sido mucho mayor.

El 29 de marzo, el ejército israelí lanzó una campaña de reocupación de seis ciudades de Cisjordania con el objetivo de destruir lo que llama la ' infraestructura terrorista' de la Autoridad palestina. La operación continuaba ayer a ta...

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Si hay que juzgarla por los resultados, la estrategia del primer ministro israelí, Ariel Sharon, para poner fin al terrorismo es un fracaso. Una joven palestina mató ayer a seis transeúntes, además de suicidarse, al explotar como una bomba humana en una parada de autobús, próxima a un mercado de Jerusalén, donde la carnicería podía haber sido mucho mayor.

El 29 de marzo, el ejército israelí lanzó una campaña de reocupación de seis ciudades de Cisjordania con el objetivo de destruir lo que llama la ' infraestructura terrorista' de la Autoridad palestina. La operación continuaba ayer a tambor batiente pese a la llegada del secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, con el difícil objetivo de conducir a las partes a un alto el fuego. El invasor ha sembrado a su paso no sólo la muerte, sino la ruina, destruyendo infraestructuras, viviendas, enseres caseros, bajo la convicción de que sólo se puede el terror con el terror. A resultas de ello, Israel está hoy más aislado internacionalmente que nunca.

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De entre las ciudades, hoy rescoldos humeantes, ha sido en Jenín donde se han registrado los combates más violentos. Conocida como 'la capital de los atentados suicidas', unos cientos de guerrilleros se habían atrincherado en un campo de refugiados, ofreciendo una feroz resistencia casa por casa. Entre emboscadas y la acción de francotiradores en el laberinto de callejuelas del campo, la fuerza israelí ha perdido en cuatro días de combates no menos de 25 hombres. Y al hacer ayer balance de tan costosa operación, el portavoz del Tsahal, general Ron Kitrey, afirmó que había habido 'cientos de muertos' enemigos, lo que no era imposible interpretar como que, una vez dominada la situación el jueves pasado, los vencedores se habían ensañado con los vencidos. Fuentes palestinas, por su parte, hablaban de 'ejecuciones sumarias' y 'masacres de prisioneros'.

En un contexto de probadas violaciones de los derechos humanos por parte de las fuerzas israelíes, la noticia podía parecer el penúltimo clavo en el ominoso ataúd de la imagen mundial del ocupante. A las pocas horas, sin embargo, un comunicado de la propia oficina del locuaz oficial desmentía tajantemente que se hubiera producido matanza alguna, añadiendo que en los cuatro días de lucha habían perecido unos cien combatientes palestinos. Fuentes de los defensores insistían en que los soldados habían abierto fosas comunes para ocultar su crimen. Si ha habido matanza acabará por saberse. Por el bien de todos, el mundo saldría mejor parado si se comprobase que no ha ocurrido.

¿Qué puede hacer Sharon ante la evidencia de que el terror no cesa, y el temor de que Jenín pueda ser un nuevo Deir Yasin, la masacre de más de 100 civiles árabes en el pueblo de ese nombre, en la guerra de 1948? ¿Desafiar a Estados Unidos, manteniendo una ilusoria caza al terrorista? Confiemos en que su fracaso no sirva para justificar una locura aún mayor. Sólo Washington tiene suficiente poder de convicción, pero Powell reconoció ayer que no había arrancado a Sharon un compromiso temporal sobre el fin de su campaña bélica.

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